Las cosas invisibles mas no por eso inexistentes me rodean, y no es que hayan desaparecido, solo que a base de tanto mirarlas se invisibilizaron a mis ojos.

Las cosas imperceptibles no fueron consumidas por el fuego ni escaparon por las ventanas, simplemente fueron opacadas por el tiempo, cubiertas con velos de atardeceres hasta que dejé de mirarlas, y fue entonces que migraron de mi planeta.

Me pongo a pensar, en la cantidad de objetos que ocuparon un lugar y después se evaporaron, aunque recordando las leyes de la física, seguían ocupando un lugar en el espacio. Entonces, ¿qué sucedía conmigo que ya no las percibía?

Desde que estos cuestionamientos pasaron por mi mente, me he dedicado a reencontrarlas abriendo cajones y roperos, observando al detalle los estantes de la biblioteca, y ya que no puedo cargarlas físicamente en mis brazos, he tratado de asirlas con mi mente fuertemente para no volver a olvidarlas. Porque no hay nada más triste que visitar el olvido, que vivir en una isla sin nombre, en donde todos transitan sin verse, y todo ente, comienza a volverse tenue hasta borrarse del pensamiento a base de ser innecesario.

Será que la fuerza de la costumbre se instala como una ley que opaca y nos hace creer que todo permanecerá inmutable, a la espera de la decisión de mirarlo, como si el tiempo obedeciera nuestras órdenes.

En un tiempo pasado, creí que la aprobación era una forma de autentificación, más luego, pensé que las cosas no funcionaban así, y que el hecho de ignorarme, no finiquitaba mi vida ni lograba que desapareciera. Sigo aquí.

A diferencia de los objetos que me rodean que han perdido la facultad de asombrarme por verlos en mi cotidianeidad, las personas no debieran tener la transparencia de los fantasmas, ni necesitar espejos para cerciorarse de su vida, puesto que su esencia es innegable y llevan la dignidad intrínseca en sus personas.

Y tal vez suene incongruente, pero creo que las cosas invisibles resultan ser las más valiosas por imperecederas, los sentimientos que no puedo almacenar sostienen mi mundo, el eco de las palabras me reafirma. Y aunque esté rodeada de materia que se quedará en este plano guardando polvo, mis verdaderos tesoros, me acompañarán, irán conmigo a donde quiera que yo vaya.

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