En el año 1996, el Centro para la Audición y Comunicación fundó el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido, para alertar y crear conciencia en la población sobre los riesgos que tiene el ruido para el trastorno auditivo y su impacto en la salud. Este día pretende llamar la atención e incentivar a las instituciones públicas y privadas a informar a los ciudadanos de los peligros que genera la exposición al ruido a largo plazo.
El ruido es un problema de salud pública que debe ser atendido por la sociedad en su conjunto. La contaminación acústica afecta a las personas mientras duermen o efectúan cualquier actividad.
El ruido es un sonido inarticulado, sin armonía ni ritmo que tiende a ser desagradable y molesto al oído. Es, en pocas palabras, un sonido no deseado. Pero más allá de la molestia que nos pueda causar, el ruido es un problema que afecta nuestra salud, al medio ambiente y a nuestra espiritualidad. La contaminación acústica, que proviene del tráfico de vehículos motorizados y del sonido de aviones y trenes, perjudica considerablemente la audición, generando trastornos del sueño, enfermedades cardiovasculares como la cardiopatía isquémica y problemas cognitivos. Algunos estudios han revelado que podría estar asociado con la obesidad y la diabetes.
Esta problemática, lejos de solucionarse, ha ido en aumento y es por ello que muchas instituciones, organizaciones y particulares se unen cada año para expresar su preocupación y generar conciencia en las personas. Aunado a ello no permite que tengamos momentos de silencio para escuchar nuestro interior.
Coincidentemente, el 30 de abril se celebra también el Día del Niño y la Niña en México. Se trata de un festejo anual dedicado a la comprensión y fraternidad hacia todos las niñas y niños; es decir, es una celebración en el que se busca reivindicar el valor de la infancia. Por ello, suelen realizarse actividades que promuevan los derechos y el bienestar de los niños y las niñas.
El Día del Niño comenzó a celebrarse en México en el año de 1924. En esa época, el presidente Álvaro Obregón y el Ministro de Educación José Vasconcelos aceptaron y ratificaron la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño. La declaración de los derechos de los niños fue establecida por la Liga de las Naciones Unidas y establecía que los niños tenían el derecho a desarrollarse material, moral y espiritualmente.
Ésta última palabra me lleva a recordar La frase “Quien no se haga como niño no entrará en el Reino de los Cielos” viene de las enseñanzas de Jesús, específicamente del Evangelio de Mateo 18:3 en la Biblia.
“En verdad les digo: si no cambian y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.”
A medida que crecemos, a veces dejamos que el orgullo, la desconfianza, las preocupaciones o la dureza del mundo endurezcan nuestro corazón.
Jesús nos invita a regresar a la sencillez, a la humildad y a la capacidad de asombro que teníamos de pequeños. No se refiere a volverse literalmente un niño (a), sino a adoptar las cualidades espirituales que les caracterizan como: Humildad: los niños reconocen que dependen de otros. Inocencia y pureza de corazón: los niños (as) no tienen malicia o doble intención. Sinceridad y fe genuina: confían sin complicaciones, creen con todo su ser. Capacidad de asombro y apertura: las y los niños se maravillan ante la vida y son receptivos.
Jesús nos invita a vivir con humildad, confianza y pureza de corazón para acercarnos a Dios y vivir en su Reino, que no es solo una promesa futura, sino también una manera de vivir aquí y ahora: en amor, verdad y sencillez. Seguramente así podríamos vivir en el Reino desde ahora. ¡Es momento de elegir!.
Ser como niños no significa ser inmaduros, sino confiar, amar y vivir con un corazón limpio, abierto a la bondad y a la esperanza.
Dios no busca perfección, busca corazones humildes y sinceros.
¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!
