Ahora que de nuevo están tratando de cambiar nuestras leyes estatales, en copia a lo que se hizo en CDMX y en Michoacán (porque ni siquiera son originales) en relación a las corridas de toros, es de llamar la atención cómo cambian de parecer los de Morena.
Primero era aquello de: “Prohibido, prohibir” dicho por su líder de Macuspana. Pero como suelen ser no muy congruentes, tratan de poner y quitar las leyes a su conveniencia y/o según les vaya pintando el panorama… o si necesitan hacer alguna “cortina de humo” para distraer nuestra atención. Lo de los toros surge, “muy oportunamente”, cuando estaba en su apogeo lo del campo de adiestramiento y de exterminio de Teuchitlán. Aquí lo copiamos, un poco después.
Cómo es ya normal para los de Morena, “hacen” o tratan de hacer “leyes” sin la más remota idea de lo que se trata la tauromaquia. Tauromaquia viene del griego: taurus: toro, y maquia: lucha… para mí, podría significar también: magia.
Yo inicié a ir a los toros ya cuando estaba casada y con hijas. A mi papá le gustaban, aunque a mi abuelo paterno, no tanto; y al materno, sí. Mi papá llevó a mis hermanos hombres a la plaza siendo pequeños, a nosotras, nunca. A mi suegro le gustaban bastante y llevó a sus hijos varias veces a verlos; él hasta tuvo un compadre torero, el famoso Antonio Velázquez.
Pero a mí, quien me llevó a verlos y me enseñó a conocer y valorar la fiesta brava, fue mi cuñado Cando García Padilla. Nos empezó a invitar a verlos porque salía de “Alguacilillo”, es decir, era el encargado en la plaza de toros, de ejecutar las órdenes del presidente, recoger (simbólicamente) la llave de los toriles, entregar los premios a los toreros y preceder a las cuadrillas durante el paseíllo. Y así, ya adulta, fue como me inicié en este interesante arte, que a mí, en lo personal, me gusta, y que he llegado a entender y valorar.
La tauromaquia se inicia desde que el hombre quiere demostrar su virilidad y valentía… es decir, desde siempre que ha podido enfrentarse a otro ser vivo que considere más fuerte, más feroz, más salvaje. Así podemos encontrar antecedentes de los ritos con los toros desde la edad de bronce, en el arte de aquella época, de la Creta Minoica (S. IV al s. I AC) por ejemplo, tenemos un fresco en el que vemos acrobacias con los toros.
En otro ejemplo, el más importante de todos estos hallazgos, es el de la Necrópolis de Medellín (Badajoz, España), en una placa de marfil datada entre el 650-500 A. C. En dicha placa de estilo sirio, está representada una escena de tauromaquia de la mitología fenicia, en la que el héroe Melqart (un dios agrícola) con una rodilla genuflexa, apuntilla a un toro en la testuz. Con estos ejemplos y muchos más, si se investiga, vemos que este arte es tan antiguo como el hombre mismo. De ahí, siguen los romanos según nos cuenta Plinio, el viejo, con Julio César, quienes los usaban en los coliseos o en festejos de guerra o para alguna deidad. De ellos continúan en España, donde se vuelve tan popular que llega a ser Fiesta Nacional, lo mismo pasa en Portugal, y después, nos los transmitieron a América Latina.
La primera corrida de toros documentada se sitúa en el año 1128, en la boda de Alfonso VII de Castilla (hijo de Urraca I de León) y Berenguela de Barcelona; tuvo lugar en la localidad de Saldaña Palencia, España. La primera en la Nueva España de entonces, hoy México, data de 1526, es decir, a los 5 años de la Conquista.
Yo creo que hay que desear aprender, documentarse, investigar y valorar todo lo que es y ha sido la tauromaquia a lo largo de la historia, para la gente, para la cultura, para el arte y la economía, antes de tomar cualquier decisión y votar para crear una ley. Hay que preguntarle a los expertos, a los toreros, a los ganaderos, a los que trabajan en las plazas, a los historiadores, a los artistas, a los taurinos y a los antitaurinos… no solo por ocurrencia sacar las cosas.
Existe gente que dice que es una “lucha desigual”, yo los invitaría, si es que tienen el valor para hacerlo, para pararse siquiera, ya no digamos sentarse o hincarse, frente a un toro de 500 kilogramos, que sale corriendo al ruedo con toda su fuerza y energía, y que luego nos platiquen lo que creían que podía ser. Porque la verdad, eso que quieren hacer de “corridas de toros sin violencia” según ellos, es no tener la más mínima idea de la razón y existencia de la tradición taurina. Es como decirle a un zapatero que son mejores los zapatos de plástico, así de simple.
Con esto, no quiero convencer a nadie de que se haga taurino, solo quiero externar mi punto de vista, y mi deseo de que se respete nuestra libertad y derecho para verlos así como nosotros respetamos su libertad y derecho para no verlos.
“El respeto al derecho ajeno, es la paz”, decía sabiamente su idolatrado Benito Juárez, pues creo que sería buen momento para ponerlo en acción.
