El precio que pagará Estados Unidos por las políticas de Donald Trump será muy alto, a corto y a largo plazo. Un ejemplo son los aranceles globales al acero y al aluminio del 25%. Los vehículos fabricados en EE.UU tendrán que aumentar su precio porque el 80% de sus componentes es de acero. Lo mismo sucederá con tractores, motocicletas Harley o maquinaria de construcción. 

Subirá el precio de las ventanas, los cables eléctricos y todo lo que podamos mirar a nuestro alrededor fabricado con acero y aluminio. La idea de Trump es promover la fabricación doméstica para “MAGA”, Make America Great Again. Los fabricantes locales de acero y aluminio subirán sus precios gracias a la protección. Cualquier competidor extranjero tendrá que ser 25% más productivo o sacrificar utilidades. 

Por ejemplo, lo que sucederá a Boeing, el mayor fabricante aeroespacial de EE.UU, es el aumento de  costos. Los aviones llevan un 80% de aluminio, un 11% de acero y otro 3% de titanio. Son de metal. Las líneas aéreas del mundo, incluidas las norteamericanas, encontrarán mucho más rentable comprar aviones europeos Airbus, canadienses Bombardier o brasileños Embraer. Boeing apenas sale de problemas serios por fallas recientes en sus 737, y la dureza de su sindicato que  le propinó una huelga el año pasado. La empresa de Seattle tiene el viento en contra. 

Qué decir de los fabricantes de automóviles. Al tener que pagar acero más caro, se saldrán de mercado frente a los automóviles japoneses, coreanos, mexicanos y europeos, a menos que impongan arancel también a su importación. El tema es que ningún auto fabricado en EE.UU será competitivo en el exterior. China, Japón y Europa se quedarán con el mercado mundial. Sobre todo China.

A México y a Canadá les tendrán que imponer aranceles porque si no lo hacen quedarían fuera de precio. México es más productivo y tiene calidad mundial como lo demuestra la fábrica de General Motors de Silao. El futuro no será tan negro porque aún con aranceles, las armadoras de México tienen la defensa de un acero más barato. 

El problema de la inflación es a corto plazo. Los economistas trumpianos alegan que en el largo plazo se revitalizará la manufactura y EE.UU será “grande otra vez”. La realidad les dirá otra cosa. Tomemos el mismo ejemplo del acero. China producía 20 millones de toneladas al año al iniciar su apertura en 1980 y hoy produce más de mil millones. Más de la mitad de lo que se produce en todo el mundo. Ese crecimiento de 50 veces, es comparable al aumento del ingreso de los chinos. Nadie puede producir tanto a tan bajo precio como China. Hoy fabrican aviones pequeños y medianos, en poco tiempo competirán con Boeing. 
La idea de Trump de pelearse con el mundo es muy mala, sobre todo con el estilo bully que todos vemos. Los canadienses están fúricos. Ese pueblo educado y gentil, leal a su vecino, se ha convertido en un adversario formidable que no esperaba EE.UU. A diferencia de México, Canadá puede sobrevivir una guerra comercial. Por lo pronto y en señal de enojo, vaciaron los anaqueles de los supermercados y tiendas de licores de Tennessee y vinos de California. Dejaron de comprar autos Tesla y tienen una campaña en contra de todo lo estadounidense. Suspenden viajes y venden propiedades en Arizona. Un país antes dividido por sus provincias, hoy se encuentra unido contra Trump. (Continuará)

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