Cada día, nuevas y más víctimas se suman a una estadística que parece solo importar para promocionar discurso en bocas de políticos, tinta para titulares, mensajes de ida y vuelta para las redes que pronto son olvidados. 

Mas hay nombres de estas víctimas, que no olvido, dejándome un dolor aún más grande del habitual, como fue la terrible y fatal agresión que vivió hace unos días una de las oficiales más apreciadas en nuestro municipio, su labor de gestión y enlace para InsMujeres Celaya era invaluable, ella era responsable del área policial de Género y Proximidad Social. Araceli González Melchor, una joven mujer de 49 años, policía, madre de tres hijos, abuela de tres preciosas niñas, madre comprometida con una sociedad y dedicada a que la formación hacia sus hijos fuera intachable, convencida de que quien trabaja por el bien haría que este llegara por raudales a su vida. 

Varias veces orgullosa la miré lucir su uniforme, fusionado con el varonil azul y el delicado rosa; lo que más me conmovía era su mirada firme y la manera en que se entregaba a cada misión con una pasión inquebrantable. Desde el área policial de Género y Proximidad Social atendió incontables casos de violencia, fue el refugio de muchas mujeres que creyeron no tener escapatoria. Fue la mano amiga con amigos y vecinos, ciudadana celayense que nos cubre de pesar con su partida. 

Estuve este viernes con Paco, su hijo, la tristeza que habita en su alma trasciende en sus negros ojos y camina en el desamparo del desconcertante abandono del ser quien era su brújula, soporte y refugio. Abracé a su nuera, sus hijas pequeñas e inocentes quienes aún no comprenden por qué su abuela no volverá. Observan silenciosas, aprenden del luto y aquilatan a esa sociedad que hoy diligente tiende una mano compasiva. Más quizá a los años se harán preguntas y tal vez buscaran respuestas. ¿Todos los trabajos son iguales? ¿En todos se corre el mismo riesgo? ¿Por qué mataron a su abuela e hirieron a su joven tío estudiante? ¿Quién protege a los que nos cuidan?  Algunas respuestas son evidentes, ser policía en México significa vivir con una sentencia de muerte implícita. ¿Esto es aceptable? Definitivamente no. Y cabe sin temor preguntar y exigir ¿qué se está haciendo para proteger a las fuerzas policíacas? ¿sus equipos son adecuados? ¿su adiestramiento y herramientas son superiores o iguales para enfrentar los riesgos de su labor?  De los pocos datos que se encuentran, leemos que cada día en México cae un policía, cifra en sí alarmante.

Es importante recalcar y determinar que es responsabilidad directa del empleador brindar a sus colaboradores no solo adiestramiento sino equipo adecuado, moderno y útil. Recordemos que las buenas intenciones pueden ser muchas, más las acciones deben de concretar, las procesiones no tienen cabida. México debe dejar de improvisar, no podemos como ciudadanos seguir apostándole “a la buena de Dios”, es nuestro derecho vivir en un pais seguro y es la obligación elemental del gobierno y de sus funcionarios otorgarla, el resto es parafernalia.

Ojalá y disminuyan los discursos de condolencias ante medidas reales, concretas y profesionales, ojalá y ya no mueran más Cheli pues ninguna familia merece vivir este dolor, menos con miedo. El sacrificio de Cheli y de tantas otras no puede quedar en el olvido, no debe ser estadística, tiene que  ser detonante para que las autoridades cumplan con lo prometido. 

Con todo mi corazón, en lo que valgan mis oraciones con ustedes Alberto, Francisco y Víctor.

 

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