Hace dos semanas, fue presentado el libro -del cual me habló años antes el arquitecto Rodolfo Herrera, director del Archivo Histórico de León- sobre las haciendas de León. No es mi área de conocimiento la historia, pero he tenido que leer algo sobre ello, como cuando el año pasado escribí el libro de “La pequeña Polonia” y la historia del destierro polaco en la Segunda Guerra Mundial que allí se describe y que tuvo su único refugio en hacienda Santa Rosa.
Su servidor, además, para acabarla de amolar no nació en León, pero con más de 30 años de vivir aquí amo esta bendita tierra que nos recibe a los migrantes. Bueno, el caso es que León tiene cantidad de datos y hechos y sitios históricos como las haciendas, que deberíamos conservar, como aquellos que nos dan identidad y nos cohesionan.
El libro que escribió Rodolfo (hice una mirada al ejemplar que le regaló el autor a Ciudad del Niño Don Bosco, por ser incluida la maravillosa Hacienda Santa Rosa en el documento) y festejo que se haya documentado el patrimonio que todavía tiene el municipio, para que se constituya en un atractivo para quienes aquí vivimos y lo transformemos también, en centros de visitas de los foráneos.
El año pasado, al participar en la redacción del libro que sobre la historia económica de León, financió Grupo Milenio, debí estudiar el trayecto de la producción agrícola y agropecuaria del Bajío, y cómo esta comunidad tuvo la capacidad de crear más tarde industrias de manufactura como la textil y el calzado, que dieran empleo a los leoneses, al satisfacer mercados emergentes cuando la población crecía.
Las haciendas, como concepto, son propias de la época virreinal y con el Porfiriato tuvieron crecimiento y uso, pasando muchas por abandonos y saqueos, pero manteniéndose en pie sus vestigios. Por eso, son vestigios de esa actividad productiva del pasado.
El libro del arquitecto Herrera tiene el inventario de nuestras haciendas (de los leoneses) y el desafío de rescatarlas y rehabilitarlas, pues pocas, como la de Santa Rosa, mantienen el esplendor de los siglos en los que florecieron. El texto es una excelente recopilación del patrimonio histórico y cultural que los ancestros construyeron y cuyos vestigios heredamos para recordarnos la historia de quienes construyeron esta ciudad.
Celebro que nuestro archivo haya apoyado el talento de Rodolfo para que pudiera concretarse la investigación, pues rescatar los datos desde las autorizaciones de edificación hasta el conjunto de personas que hicieron posible construirlas, es tarea compleja. Además, publicarlo en físico en la era digital es un deleite, para que el texto llegue a bibliotecas y a escuelas y promueva el gusto por la historia. Investigar sobre las haciendas, cuyos muros fueron cediendo al paso del tiempo o destruidos por personas que soñaban con tesoros en sus muros y hoy son solo ruinas. Por eso, aun así, son un auténtico tesoro las haciendas como registro del pasado.
Toca hacer más recorridos culturales como los que Adriana Ortega hace en la ciudad y que el municipio entusiasme a emprendedores de la cultura, para que promuevan la gastronomía local, las empresas sociales y la promoción de la cultura y darle vida a los espacios, como lo hacemos en Santa Rosa al tener un Museo de Sitio elaborado junto con el Instituto Cultural de León y que permite hoy que familias benefactoras de los menores que aquí viven, puedan visitar la maravillosa Hacienda Santa Rosa y sus criptas funerarias, donde algunos descansan (y otros pronto descansaremos).
Por eso, les invito a que el próximo 18 de marzo de 8 a 5 acudan a Ciudad del Niño Don Bosco a la kermesse que, para recaudar fondos, cada año realizamos. Daré recorridos gratuitos a la hacienda y a sus espacios que guardan la vida de los miles de chiquillos que aquí han vivido.
Pero como supe que el libro de “Las Haciendas de León” es gratuito, e incluye a Santa Rosa, acudiré al Archivo a pedir uno y llevaré a mis pequeños nietos leoneses a que recuerden estas huellas del pasado que nos dan más amor a este terruño.
