Soy de los que creció escuchando que el petróleo “era de los mexicanos” y era una bendición para el País, lo que hoy considero, es que en realidad fue una maldición. Los pueblos que no tuvieron agua ni petróleo, tuvieron que luchar para cubrir sus necesidades, en tanto que a México le caían del cielo; los pueblos que recibieron todo de la naturaleza, culturalmente no desarrollaron el espíritu de lucha. 

Recordemos que para finales de los años setenta, el Presidente de la República frente a tanta riqueza del subsuelo, llegó a decirnos que “deberíamos administrar la abundancia”. La consecuencia: el petróleo fue fuente de corrupción, de extracción no solo de energía del subsuelo, sino de impuestos para el presupuesto, plataforma de chambas para políticos y familiares; origen de sueldos exorbitantes y prestaciones para un sindicato consentido con el 80% de sus miembros emparentados entre sí, y cuyos pasivos laborales consumen hoy a la empresa.

Pemex ha sido un barril sin fondo para nuestro País. Esta semana se dieron a conocer los resultados financieros de Pemex en el año 2024. Ya es imposible sostener a una empresa con cargas laborales como las del sindicato de Pemex, con prestaciones por encima de toda lógica. A esto se ha sumado también la corrupción en la asignación de contratos. Con el paso de décadas, sus costos fijos se tradujeron en pérdidas y los pasivos crecieron más que los pasivos. 

Gobiernos priistas, panistas y morenistas, nunca se atrevieron a tocar al sindicato ni a reducir la plantilla laboral a pesar de ver cómo la producción petrolera iba en picada. Este año, aún con precios altísimos del petróleo, Pemex vuelve a caer y reporta una pérdida neta de 620.605 millones de pesos en 2024. A pesar de las inyecciones directas del Gobierno federal, la petrolera registró un saldo negativo por un incremento en el costo de ventas y pérdidas cambiarias, aunque con precios altísimos de 72.3 dólares por barril.

El expresidente AMLO quiso regresar a los años setenta de la bonanza petrolera, imaginando con buenas intenciones, que produjéramos nuestra propia gasolina construyendo una refinería con recursos nacionales. Esfuerzo encomiable, pero difícil de concretar mientras no se redujera la plantilla de personal. Así nació el proyecto de Dos Bocas. Esto sería posible quizá, en un escenario de ingresos petroleros altos y de eliminación de costos fijos con una alta productividad de la cadena productiva de Pemex, pero la terca realidad se impuso. 

El saldo total de la deuda a diciembre pasado asciende a 97.600 millones de dólares, con problemáticas operativas y de productividad, así como importantes restricciones de presupuesto. El apoyo presupuestal del Gobierno federal es una locura: 136,000 millones de pesos para el pago de amortizaciones de la empresa. Y, aun así, Pemex sigue sin poder resolver el impago a proveedores que le ayudan en servicios de perforación y extracción de crudo (25,000 millones de dólares al cierre de 2024, un alza del 37 %)

Una empresa que debería ser un motor de desarrollo para el País, es hoy, el gran “barril sin fondo” de las finanzas públicas. La sociedad ya no quiere, ni debe y ni puede, subsidiar a las entidades públicas que no le generan valor. Para tener una idea del tamaño de la deuda que tiene Pemex con sus trabajadores (dadas la privilegiada condición en que son contratados). Son 170,000 mil trabajadores activos de Pemex (y 120,000 jubilados) que consumen y consumirán los recursos que se requieren para millones de mexicanos. Sus jubilados tienen una edad promedio de 52 años.

Pemex es la petrolera más endeudada del mundo, aunque ocupa el lugar 14 en capacidad de refinación. La Presidenta Sheinbaum ha anunciado un plan para evitar la quiebra y fortalecer a la empresa. Pero desde el sexenio anterior se cerró el Presidente a implementar proyectos mixtos, con privados, para elevar la producción de crudo. 

Esto tiene que hacerlo ahora la Presidenta, para elevar a 1,8 millones de barriles diarios como pretenden. Pemex seguirá perdiendo su calificación crediticia y sus bonos pasarán a ser “bonos basura” subiendo los intereses de sus deudas. Con ello, provocará que la deuda soberana de México también pierda paulatinamente valor. Enorme desafío tiene Pemex si no hay inversión extranjera y no tiene planes de adelgazar la obesa estructura administrativa y de pensiones que, ahora sí, le harán plantear en los años siguientes, su quiebra

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *