Consejero Electoral desde 1997 en el IFE, pude ser testigo de cantidad de triquiñuelas que hacían los partidos políticos, para usar recursos públicos o dinero sucio en las campañas electorales y para posicionar a políticos.

Aun denunciándolo, fue muy difícil transformarlo en multas y menos, en que las elecciones se declararan fraudulentas o en la pérdida del registro de un partido político. Después, en el INE, con leyes electorales más estrictas, siempre los políticos han podido ideárselas para darle la vuelta a la legislación para meter dineros a las elecciones y desviar recursos públicos y hacer inequitativas las elecciones.

Aquí también pude señalar prácticas para burlar la ley electoral desde tiempos anteriores a las campañas electorales, usando recursos públicos. Lo hicieron políticos de todos los colores, pero desde la ciudadanía, las cosas se ven distintas, pues aquí el dinero se consigue con el sudor de la frente y no solo caravaneando al poder o quedando bien con el partido político.

Tendrían que venir con los años, prácticas más sofisticadas para burlar la ley, después de 71 años donde el PRI pudo controlar los tres poderes sin tener contrapesos y el PAN, intentar copiar mal, las mismas prácticas corporativas. Vendría Morena, el nuevo PRI, repitiendo esas mañas de jugar con proveedores, de arreglar la obra pública y de asociarse con las redes de dinero que compran voluntades en las campañas políticas. En el nivel estatal de la misma manera, se replicaron esos hábitos cuando el gobierno panista se convierte en la nómina del partido y los programas sociales se impregnaron de orientación política.

Y digo todo esto, porque me tocó a cumplir 65 años y reflexionar sobre si tomar o no, el apoyo que el Gobierno federal da a los adultos mayores -y que también se ha documentado-, tiene una intencionalidad política. Pero como es la primera vez que me tocaba decidir si recibía o no, un apoyo, tardé un año en decidirme, pues concluí, que si al final pago tanto impuesto de ISR, simplemente era recuperar una parte pequeña, de lo que yo aporto a la colectividad como contribuyente. 

Así, que el año pasado, viví la experiencia de obtener la tarjeta y hacer esas descomunales filas en el centro, con miles de personas, para obtener el apoyo. Así que allí, conocí, traté y conversé con los “Servidores de la Nación” y recibir llamadas telefónicas, en donde nos convencen de la bondad del Presidente y de su generosidad en otorgarnos sus programas sociales. Pero ahora tocaba este año, recoger la credencial -en donde recorrí dos sedes y sendas filas-, pues recibí atentas llamadas “de parte de Alma Alcaraz” para recibir el apoyo social.

Me hice a la idea de no cuestionarlos, pues al final, a ellos les pagan por hacer esa labor de promoción política y sé que está por demás denunciarlo o enojarme, pues iba como un manso adulto mayor a poner mi manita para recibir la credencial y esperar la llamada de que prometen este año, darme esos centavitos. En medio de las filas donde todo es de color guinda, estaban siempre las mantas, la música, las revistas, la charla para promover a Claudia y a Alma. El guión, bien estructurado que se dice a todos los asistentes: “sigan la página de Alma, donde les avisarán cuándo les depositan el apoyo” y “que esto, se debe a sus gestiones”. Pensé en grabarlo, pero al igual que otros de mis colegas adultos mayores, íbamos por un regalo y concluí que era inútil refutarles, “no me fueran a quitar el apoyo”, pensé. 

Sé que son impuestos y no lo dan de su bolsillo los políticos y que la ley electoral impide hacer inducción al voto. Mejor me relajé, me senté en mi banquito portátil y sereno, respiré hondo, pues es por demás hacerlo en un País, en donde las clases populares reciben en su pobreza, un pequeño alivio para su maltrecha economía. Por eso como un viejito bien disciplinado, viví este proceso y ahora esperaré como me dijeron, la llamada de Alma, para decirme qué la pensión universal está en la tarjeta que me dieron, para que lo agradezca. 

Por eso, concluyo que no han bastado las leyes electorales, ni siquiera los reglamentos de la administración pública, para evitar que los mexicanos “seamos como somos” y “obedezcamos como obedecemos” y seamos manipulados para aliviar la precariedad de la vejez, esperando un apoyo social para convencernos de la bondad de un político. Me robaron el alma.

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