“La historia no se repite, pero rima” se escucha decir en ocasiones. Si bien multitud de relatos antiguos no se refieren a personajes reales y son más bien representados por deidades, héroes o leyendas, cuentan asuntos que, en nuestros días, cobran mucho sentido y nos hacen decir “esto ya lo hemos vivido”.
Casandra, princesa de Troya, fue bendecida por el dios Apolo con el don de la profecía, sin embargo, en su soberbia, se negó a corresponder el amor del dios y como castigo fue maldecida para que nadie creyera en sus predicciones. A pesar de advertir sobre la caída de Troya, con la traición del caballo de madera, sus augurios fueron ignorados y al final Troya fue destruida y Casandra fue capturada como botín de guerra, con un destino final no menos que trágico.
La soberbia es un obstáculo para la ciencia y la salud pues contradice los principios fundamentales de estas disciplinas: humildad intelectual, apertura a nuevas ideas y la disposición a corregir errores. Es necesario recordar que la investigación científica y la transformación de los sistemas sanitarios no avanza ni se sustenta sobre certezas absolutas, sino sobre la capacidad de cuestionar, revisar y mejorar el conocimiento y la realidad existente, sin embargo, cuando se interpone la soberbia, el proceso se ve afectado de manera fundamental.
El resistir a la autocrítica y la corrección, es un verdadero riesgo. La ciencia y la dinámica de la salud pública progresan mediante la revisión continua de evidencia, sin embargo, los investigadores o directivos en salud arrogantes, aferrados a sus ideas, despreciativos del trabajo de otros y que además limitan la cooperación y contribución de otros colegas y equipos de investigación, pueden ser un verdadero lastre para el avance del conocimiento o la transformación de realidades colectivas en salud.
Otro peligro adicional es la ceguera ante nuevos datos y evidencias, puesto que un científico o autoridad sanitaria que se considera infalible rechaza información que contradice sus hipótesis y conclusiones, en lugar de reevaluar su postura y del mismo modo, al confiar de manera excesiva en su propio juicio, deriva en una falta de rigor metodológico y pasa por alto errores que comprometen la validez de sus hallazgos o decisiones.
Aquellos que se consideran dueños de la verdad, son incapaces de adaptarse a nuevos descubrimientos y rechazan a diestra y siniestra preguntas y críticas de otros profesionales o colegas, obstaculizando la transformación del conocimiento y realidad.
Para prosperar en los ámbitos científicos y de diseño e implementación de políticas públicas en salud, deben cultivarse la humildad, el escepticismo y la apertura a la crítica, equilibrando la confianza en el conocimiento con la disposición a modificarlo cuando la evidencia lo exige.
En los próximos días se define el futuro de los servicios de sangre en México, pilares fundamentales de la atención sanitaria en el ambiente público y privado. Hay que recordar que la limitación en la accesibilidad a la sangre y sus componentes impacta de manera directa en la atención quirúrgica, obstétrica, oncológica, del enfermo crónico y cuidados intensivos y si las regulaciones que enmarcan estas disciplinas presentan errores, deficiencias científicas y técnicas, son ambiguas o simplemente omisas a la realidad nacional y que lo anterior sea generado por la soberbia y sordera de quienes conducen o participan en estos proyectos, habrá consecuencias de grandísimo calado para la atención a pacientes, pero además para la economía y la propia subsistencia de servicios de atención médica.
Sirva esta columna como un humilde presagio, pero esperando que tenga mejor destino, atención y resolución que los de Casandra. Como siempre, los ciudadanos habremos de exigir lo propio y aportar lo necesario. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA
