¡Hola, mis queridos lectores!. ¿Cómo están? ¡Feliz 2025! ¡Me gusta mucho ese número! Deseo que tengan un gran año donde podamos disfrutar y celebrar la vida de cada día.

Hoy, quise empezar con un mensaje lindo y positivo que me salió en una aplicación religiosa del celular, que se llama “Rezando voy” y que es de los Jesuitas. Es gratuita y me parece muy práctica, porque en 15 minutos, te analiza el evangelio del día, te da una reflexión y hasta un canto que te ayuda a elevar tu espiritualidad. Lo puedes escuchar mientras haces ejercicio, o entre tus traslados.

El 15 de enero tocó la lectura de cuando estaba en cama, con fiebre, la suegra de Pedro. Fue de los primeros milagros de Jesús, y en alguna plática que escuché, decía que lo que había sanado a la señora, fue la atención, el cariño y el cuidado que le había dado Jesús porque normalmente, a las personas mayores, ya no les dedicamos tanto de nuestro tiempo ni consideración. La suegra de Pedro se siente tan bien, que ¡se pone a atenderlos!. Y de ahí surge la oración que quiero compartirles y que es de Maru Hardoy:

“Ser Casa. Ser casa es saber esperar, en silencio, hasta que alguien quiera llegar, a su tiempo. Es tener la mesa puesta, es venir a cada tanto, es ser lugar que acoge para ofrecer un descanso. Es sostener las búsquedas, acompañar cansancios, abrazar dolores y ensayar algún canto.

Es estar disponible, comprender enojos, abrir espacios y saber reírse, de uno y con otros.

Ser casa es saberse necesitado y entender que, al llegar visitas, siempre es uno el hospedado.”

¡Es bellísimo, verdad!. Me hizo pensar en esa labor que tanto hacemos las madres, las abuelas, las amas de casa, y ya, actualmente, también muchos papás que por diferentes circunstancias, hacen pie de casa. ¡Es una labor muy poco reconocida, pero tan necesaria!. Gracias a las diferentes circunstancias de nuestro país, tenemos la enorme fortuna de que algunos podemos contar con quién nos ayude en las diversas tareas del hogar lo cual nos facilita el poder tener una casa limpia, ordenada, donde se tenga la comida a tiempo y calientita, las camas tendidas, la ropa limpia y planchada… en algunos casos, hasta con jardín…

¡Cómo se extraña, cuando ya no están, la casa de los papás donde siempre éramos bien recibidos, donde nos sentíamos tan amados, acogidos, necesitados… ¡insustituibles!

Porque es sobre todo la actitud, el saber ser casa, es decir, tú mismo convertirte en ella… el tener la paciencia de esperar a que quieran llegar, a que necesiten llegar… tener la charola preparada para “servirle otro café a nuestro amor” como diría Arjona… para ofrecer descanso, para ser un refugio de un mundo exterior que a ratos se maneja tan hostil… poder apapachar y, todavía más, poder cantar, arrullar… tener la disposición de ayudar, de ser empáticos, de escuchar (¡necesitamos tanto saber escuchar! Dicen que por eso Dios nos dio dos oídos y solo una boca). Tener sentido del humor, podernos reír de nosotros mismos y acompañar en las risas a los demás. Y darnos cuenta, cuando nos da flojera, cuando sentimos que nos “invaden” nuestro espacio y nuestro tiempo, cuando estoy muy cansada… qué realmente al que hospedamos y recibimos ¡es a Jesús mismo que vino

hoy a visitarnos!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *