“No hay una contradicción fundamental entre el socialismo y una economía de mercado”.
Deng Xiaoping
En los planes de gobierno de este segundo tiempo de la 4T hay una discordancia, disonancia o divergencia incomprensible. Por un lado siguen con la cantaleta de que nos distanciamos del monstruoso neoliberalismo, pero quieren que el país siga en el libre comercio con el mundo.
Chocan dos fuerzas: la vieja idea del estatismo “a la Luis Echeverría” y la construcción neoliberal globalista de Ernesto Zedillo. El problema para el país será el choque con la realidad internacional. La lucha por la productividad y la competitividad será la de nuevas tecnologías de fabricación y de administración.
Tomemos el caso de los automóviles, una industria en la que el país ha destacado por el libre comercio y la calidad de la mano de obra mexicana. Hoy todas las plantas que producen vehículos en México quedarán obsoletas en 2028 cuando China llegue a unos 35 millones de autos vendidos en su mercado interno, autos 100% NEVs (New Energy Vehicles, por sus siglas en inglés).
Los NEVs son vehículos híbridos, híbridos enchufables y eléctricos. Las armadoras tendrán la opción de producir aquí o en China. La decisión dependerá de lo que plantee Donald Trump la semana que viene. Si fortalece el T-MEC, habrá tiempo para la reconversión. Los autos chinos sin arancel o con mínimos aranceles están devorando el mercado nacional con precios, calidad y subsidios de su gobierno que no podemos -hasta hoy- replicar.
Eso también tiene que ver con el futuro de Pemex, la empresa más grande de México, la que más debe y la que más pierde. Su futuro incierto cuesta más al erario que el sistema de salud o de la educación. En 3 o 5 años -mucho antes de lo previsto- más de la mitad de la venta de vehículos en el mundo serán NEVs. El precio del petróleo caerá por la creciente explotación y la disminuida demanda.
¿Qué vamos a hacer con ese monstruo traga-dinero? No habrá recursos en las arcas ni en los bancos para sostenerlo al tiempo que crecen las pensiones y los apoyos sociales. Gracias a su pésima administración podemos perder el grado de inversión.
Lo saben los economistas de adentro y afuera del gobierno. Gerardo Esquivel lo escribió el lunes en el periódico El País: México está entrando a la recesión cíclica del primer año de sexenio. También pesa que no quedaron los guardaditos que Peña Nieto dejó a López Obrador hace seis años.
Si la actividad económica baja, los ingresos del gobierno también lo harán. Por eso la estimación de crecimiento del plan de gobierno de un 2 % o un 3 % es pura fantasía. Durante seis años estuvieron ausentes las palabras competitividad y productividad. Sin una obsesión por el crecimiento basado en el sector empresarial, muchas de nuestras manufacturas y exportaciones se irán a China o a cualquier país de oriente.
Del nearshoring ni hablar. El atractivo del país se pierde para el capital extranjero cuando hay temor. Incluso los mexicanos venden activos para poner sus recursos en el extranjero. La historia y los datos lo dicen.
Por más que les duela en su ideología de izquierda tropical, Morena deberá caer en cuenta que sin una política favorable al capital, su estancia en el poder terminará más pronto de lo que imaginan.
