“En los manuscritos que salvé, citaba el poema del Siglo 17 del vagabundo Basho, describiendo cómo la destrucción algunas veces trae un tipo de claridad:
Mi casa cayó quemada.
Ahora puedo ver la luna saliente´”.
Pico Iyer
La memoria nos juega trucos buenos y malos al paso de los años; perdemos aquello que queremos recordar y, de repente, nos encontramos con cosas que resultan inolvidables. Durante más de medio siglo seguí de cerca el semanario Time, una revista extraordinaria por su perfección en el lenguaje, su impecable investigación periodística y sus grandes escritores.
Pico Iyer, un inglés de origen hindú, hace historias de viajes y narraciones sazonadas con meditaciones filosóficas amenas por su erudición, escritas en prosa poética. Iyer es experto en la cultura japonesa y uno de los escritores que mejor conoce el Imperio del Sol (tiene una guía). Su morada temporal fue y es California, donde alguna vez perdió su casa por un incendio forestal cerca de Santa Bárbara en 1990.
Perdió todo. Trabajos de 15 años de proyectos para libros, fotografías de viaje, libros y apuntes invaluables para un trotamundos que encierra en libretas las miles de observaciones de cada lugar y cada país que visita. Durante años guardé la colección de la revista pensando siempre que algún día podría recuperar cualquier artículo que brincara en la memoria. El truco malo de la diosa Mnemósine impide siquiera saber en que hemeroteca terminaron las revistas “Time”.
La buena noticia es que hoy todo está en la nube y pude recuperar por medio de Perplexity AI el artículo original de Iyer que leí hace 34 años. Y no sólo eso, también encontré otra reflexión de Iyer sobre un incendio en 2008. Su alma sensible debe tener hoy mil reflexiones más. La semana que viene publica un libro nuevo llamado “Inflamado”, (aprendiendo del silencio). Revisa su historia de incendios y la sabiduría encontrada en la visita recurrente a una vieja misión convertida en un monasterio de reflexión en California.
La pérdida de 24 vidas en los incendios y destrucción de cientos de casas, recuerdos, obras de arte y bibliotecas domésticas en Los Ángeles disparó un viaje de regreso al mundo de Iyer y su extraordinaria calidad literaria. Iyer cuenta que en California hay que guardar en cajas metálicas los apuntes y los libros sagrados, nadie puede dejar una veladora prendida o una lavadora funcionando sin supervisión; “durante cinco meses pasamos el tiempo mirando a las colinas para ver si hay pequeños fuegos cuando el viento sopla”.
Muchos de los incendios de California son generados por pura maldad. Piromaniacos (arsonists), sueltan un cerillo en tierra seca con hojas secas y arrancan un infierno que cuesta vidas y moradas. Su enfermedad dantesca se convierte en un acto terrorista alimentado por los vientos del oeste. Todos los recursos y la prosperidad de los condados más ricos del mundo son insuficientes para retardar o limitar el daño.
Torbellinos de fuego que se convierten en ríos de lava se llevan en pocos días mansiones, escuelas, comercios y parte de la riqueza acumulada gracias a grandes películas o en empresas multimillonarias. Qué decir de los acervos culturales atesorados en óleos, documentos y filmes de colección. En las casas de Malibú podría haber objetos más valiosos que las casas mismas.
La vida humana es frágil y puede cambiar para cualquiera en un momento como sucedió a Iyer hace 34 años, cuando aprendió que la única y real propiedad que podemos tener es la vida misma…y la memoria que de ella surge.
