El informe titulado “Fue el Estado”, se presentó el viernes 16 de agosto en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco por los comisionados de “La Verdad Histórica”, ante familiares y víctimas de los abusos cometidos por el gobierno mexicano entre 1965 y 1990. Este informe, elaborado en el actual sexenio, documenta lo que se conoce como la “Guerra Sucia”: una serie de crímenes de Estado permitidos y ejecutados desde las más altas esferas del poder presidencial.

Cinco presidentes, cinco secretarios de la Defensa Nacional, un exsecretario de Marina, seis procuradores generales de la República, cientos de integrantes de instituciones de seguridad, gobernadores y la CIA encabezan la lista de presuntos responsables de delitos como desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, tortura, persecuciones y otras violaciones a los derechos humanos.

En la cúspide de esta pirámide de responsabilidad se encuentran los expresidentes Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. A ellos se suman miembros del Ejército y exsecretarios de Gobernación, quienes, al tener bajo su cargo la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS), cometieron innumerables crímenes y violaciones de derechos humanos. El informe revela que durante la Guerra Sucia se documentaron 18,594 víctimas, 11,743 violaciones graves a los derechos humanos, 46 masacres y el desplazamiento forzado de 153,034 personas.

A la narrativa de la Comisión habría que agregar el papel de las agencias extranjeras en México, coautores de los nefandos crímenes mencionados. La CIA ha mantenido presencia en México durante décadas, influyendo tanto en la política interna del país como en su relación bilateral con Estados Unidos. Durante la Guerra Sucia, la CIA, que ayudó a crear la DFS en México en 1947, se enfocó en prevenir la expansión del comunismo en América Latina, y México no fue la excepción. En las décadas de 1960 y 1970, la agencia colaboró estrechamente con el gobierno mexicano en la represión y ejecución de simpatizantes y miembros de la izquierda.

Uno de los episodios más oscuros de esta colaboración fue la participación de la CIA con altos mandos del Ejército y funcionarios de inteligencia y seguridad, como Fernando Gutiérrez Barrios, Miguel Nazar Haro, Javier García Paniagua, Marcelino García Barragán, Antonio Zorrilla y Arturo Acosta Chaparro. La agencia proporcionó asistencia técnica y entrenamiento en tácticas de contrainsurgencia, contribuyendo a la represión brutal de disidentes. Las operaciones clandestinas llevadas a cabo durante esta época dejaron un legado de violaciones de derechos humanos, que incluyen torturas, ejecuciones y desapariciones forzadas, que aún duelen en la memoria histórica del país.

La influencia de la CIA en México no se limitó a operaciones de seguridad. A lo largo del siglo XX, la agencia también intervino en asuntos políticos, buscando mantener en el poder a gobiernos afines a los intereses estadounidenses. Mediante la infiltración en movimientos estudiantiles, sindicatos y otros grupos sociales, la CIA intentó neutralizar cualquier amenaza a la estabilidad del gobierno mexicano, especialmente en tiempos de elecciones.

Uno de los casos más notorios fue el posible papel de la CIA en las elecciones presidenciales de 1988, donde se sospecha que la agencia pudo haber influido para asegurar el triunfo de Carlos Salinas de Gortari considerado un aliado estratégico de Estados Unidos en la región. Recordemos que Bartlett, tumbó el Sistema, fue cercano colaborador de la CIA, desde Gobernación. 

Así las cosas, el asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena en 1985 marcó un punto de inflexión en la relación entre México y Estados Unidos. Hector Berrellez, exagente de la DEA encargado de investigar la muerte de Camarena, afirma que el asesinato fue a causa del descubrimiento de Camarena sobre la participación de la CIA en el tráfico de drogas con colombianos, a cambio de armas para los contras nicaragüenses. Esta operación clandestina tenía como objetivo recaudar fondos para financiar la lucha contra el régimen sandinista en Nicaragua. Por su parte, la revista Proceso entrevistó a tres funcionarios de la DEA, concluyendo que el agente de la CIA Ismael Félix Rodríguez, “El Gato Félix”, un cubano que participó en el asesinato del “Che” Guevara en Bolivia en 1967, fue el que se encargó del Kiki Camarena. 

La colaboración de la CIA añade complejidad al oscuro y vergonzoso capítulo de la historia mexicana que fue la Guerra Sucia. En la actualidad, la CIA sigue teniendo presencia en México, aunque de manera más discreta y regulada debido a exigencias del actual gobierno. Actualmente dice colaborar en la lucha contra el crimen organizado. Entonces, se conoce lo que dice, pero no lo que hace; así las cosas, la percepción de interferencia y espionaje en asuntos internos del país sigue latente generando tensiones y asperezas.  

Durante la Guerra Sucia los gobiernos de México reprimieron, persiguieron y asesinaron a todo tipo de disidencia por el hecho de intentar cambios sociales y cuestionar la dictadura perfecta priista. Esos nefandos crímenes son una vergüenza histórica; aunque las buenas conciencias de entonces aplaudían el clasismo, la parálisis de los cambios sociales y la brutalidad del Estado. 

 

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