El primer obispo de León, Díez de Sollano y Dávalos, relató que mientras se disponía a dormir, tuvo un rapto místico a la misma hora de la muerte del presidente Benito Juárez y oyó el estruendo cuando vio caer el alma del Presidente al infierno. Estas delirantes fantasías no eran más que el reflejo del odio que la Iglesia y los conservadores sentían hacia uno de los más grandes presidentes de México. El odio de la plutocracia y jerarquía eclesiástica hacia el presidente Lázaro Cárdenas no fue menor; así las cosas, este fue el leitmotiv que dio origen al nacimiento del PAN. Nace como una reacción de plutócratas, banqueros y obispos, a la Expropiación Petrolera y al reparto agrario.

La historia de México está marcada por tensiones entre clases pudientes conservadoras, que se asumen como guardianes de las “buenas conciencias” y los gobiernos que desafían sus privilegios al implementar políticas sociales y económicas que no les benefician a estas élites, sino a las clases sociales más desprotegidas. Además de los momentos históricos emblemáticos de Juárez y Cárdenas que reflejan esta lucha, actualmente habría que agregar a Andrés Manuel López Obrador. Estos líderes tuvieron que enfrentar fuertes resistencias y odios por parte de poderosos sectores, aunque en contextos diferentes.

Es válido estar de acuerdo o en desacuerdo o criticar la forma de gobernar de un mandatario, que seguramente tendrá yerros y aciertos, fortalezas y debilidades. Sin embargo, esto de ninguna manera justifica incubar un odio que envenena el espíritu de los ciudadanos. A pesar de esto, en las recientes elecciones presidenciales quedó claro que estos odiadores representan una minoría.

Pero ¿por qué tanto odio contra AMLO? ¿Acaso se debe a la misteriosa trilogía de su personalidad de caudillo, mesías o profeta? ¿O es su empeño en transformar México, desde otras prioridades y con una visión del mundo diferente al neoliberalismo, lo que ha generado el odio de algunos? Es sabido que el odio está vinculado a la enemistad y la repulsión; por lo tanto, quienes odian buscan destruir aquello que detestan. 

Durante su campaña, AMLO habló de cambiar un orden inmutable, insistió en la libertad del ciudadano frente a la opresión del poder y en la urgencia de vivir con alegría y no con miedo a la transgresión de lo sagrado. Contrastó la fraternidad con el servilismo y prometió transformar sin trastocar todo. Así, logró gestionar la esperanza de 33 millones de mexicanos que le dieron su voto; actualmente, esa continuidad se refleja en Claudia, quien obtuvo 36 millones de votos, un 60 % de la votación total que refrenda la 4T, dejando a la oposición difuminada en una posición testimonial.

A AMLO lo acusan de populista y mesiánico. Pero no es casualidad que este “mesías” haya llegado a la Presidencia. “El presente es consecuencia del pasado”, decía Leopold Von Ranke. Cuando las cosas van bien, nadie pide milagros ni busca mesías; sin embargo, la corrupción, la ineficiencia, los abusos gubernamentales y la ceguera de la clase política llevaron al hartazgo, al enojo y a la desesperación de la gente. En su desesperanza, buscaron a un mesías.

La Revolución Francesa puede servir de referencia para entender el odio y la resistencia que actualmente enfrenta la Cuarta Transformación. La Revolución abrió nuevos horizontes políticos, basados en el principio de que el poder del rey no emanaba de Dios, sino del pueblo. Tanto Luis XVI como la nobleza y la aristocracia se resistieron a perder sus privilegios, pero el contexto social ya no era el mismo. Con la Revolución, miles de personas pasaron de ser súbditos a ciudadanos libres, con reivindicaciones que chocaban con los privilegios de la nobleza.

La Cuarta Transformación no es igual, no es violenta, aunque existen paralelismos con los acontecimientos de 1789 en Francia. Lo que acontece en México podría describirse como una “Primavera mexicana” o una “Revolución de Terciopelo”. Pero entonces, ¿dónde podrían estar las raíces del odio a López Obrador? Estas se encuentran en la intolerancia y el miedo hacia lo que él simboliza: la posibilidad de un cambio social. El rechazo a un cambio, es un tipo de clasismo, es una forma de cultura social incrustada en lo más profundo del inconsciente, además de una falta de valores democráticos.

El analista Hernán Gómez Barrera señala que detrás del odio político contra el Presidente se esconde un sentimiento irracional de exaltado desprecio y odio de clase: “No a los nacos y no al peladaje,” tal como fue el rechazo del alto clero y la alta sociedad a Eva Perón por representar a los descamisados. Esta actitud, más que de la sociedad en general, ha sido promovida principalmente desde las élites, política y económica.

Irónicamente, tanto Juárez como Lázaro Cárdenas y AMLO, son venerados por el pueblo como santones laicos en los altares de la patria. En Argentina, Eva Perón, odiada por la jerarquía eclesiástica, es Santa Eva para algunos, mientras que para otros es “la puta Eva”… quien levantó en las siluetas plebeyas el orgullo de la justicia social.

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