A medida que avanza la campaña para las primarias republicanas, para las presidenciales de 2024, las amenazas de los precandidatos de lanzar ataques militares contra los cárteles de la droga en México, han encendido alarmas en ambos lados de la frontera. El expresidente Donald Trump, en diversos actos de campaña, ha reiterado que está dispuesto a usar la fuerza militar para intervenir en México y destruir los cárteles de la droga.
En los últimos meses, varios precandidatos presidenciales republicanos han manifestado su intención de recurrir a la fuerza militar contra los cárteles que operan en México. Además, un creciente número de legisladores republicanos ha abogado por la acción militar contra los narcotraficantes mexicanos y ha promovido medidas legislativas para permitir el despliegue del Ejército estadounidense dentro de México.
En el debate electoral de los republicanos de la semana pasada, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, segundo en las encuestas a gran distancia del ex presidente Donald Trump, dijo que en caso de llegar a la Casa Blanca enviará al ejército estadounidense, desde el primer día, para desmantelar laboratorios de droga mexicanos. “Los cárteles de la droga están matando a decenas de miles de nuestros ciudadanos, tenemos todo el derecho a hacerlo”, recalcó.
Mauricio Meschoulam de la BBC, dice que efectivamente están previstas en las leyes antiterroristas de Estados Unidos las intervenciones en otros países, entre otras medidas: “Esto otorga alta flexibilidad a las fuerzas norteamericanas de seguridad para llevar a cabo actos que vulneran la soberanía de un país y son violatorios de los derechos en una democracia”. 
Bajo esa óptica del terrorismo, las fuerzas norteamericanas ya no necesitarían permiso para allanar viviendas, incautar bienes, negocios, cuentas bancarias, cancelar visas… detener sospechosos, socios y amigos de supuestos terroristas, pasando por encima de las leyes mexicanas. Es decir, harían lo que a su opinión conviniera. Pero la posición del Gobierno de México es la del rechazo absoluto a la intervención, aunque dice que sí aceptaría la colaboración del Gobierno, aunque no la imposición e intervención.
Pero lo que está realmente en el fondo de las polémicas declaraciones de senadores republicanos y precandidatos presidenciales es sacar raja en tiempos políticos electorales. Es el juego político de ¡hacer creer! Aunque, estas afrentas también las aprovecha el presidente López Obrador en su retórica, porque le facilitan un baño de nacionalismo y envolverse en la bandera, a la usanza de los Niños Héroes, cuando la invasión norteamericana. De ninguna manera le convendría al vecino país del Norte meterse en un hoyo sin salida, una guerra sin fin y salir derrotado, como en Vietnam y Afganistán, no arreglarían nada. 
Desde luego que eluden su responsabilidad, culpando al vecino, de las adicciones del pueblo norteamericano y pretenden justificar así la falta de resultados en el combate a las drogas en su país. No se advierte que los senadores norteamericanos, la DEA y demás agencias, hagan un ejercicio de autocrítica sobre las políticas fallidas de sus gobiernos. Su insistencia en combatir las drogas en México, en lugar de combatir a los cárteles de su país y trabajar en políticas de prevención de adicciones, resulta una absurda paradoja. El consumo de drogas en Estados Unidos, crece dramáticamente, día con día.
Es una incongruencia que, en lugar de aplicar a sus marines en la lucha contra las drogas allá, prefieran mandarlos a México; las armerías han amasado fortunas vendiéndoles armas de alto poder a los cárteles mexicanos, en sociedad con magnates republicanos; los adictos y los dólares están allá, pero extrañamente, nunca detienen a los grandes capos, ni desarticulan a sus cárteles, ni decomisan grandes cargamentos de drogas, actúan como si no existieran. 
Recientemente, el Ejército Mexicano decomisó el equivalente a seis mil millones de pastillas (dosis) de fentanilo. Se ha incautado más aquí, que allá. En la detención de Ovidio Guzmán, murieron diez soldados e incautaron 75 rifles de asalto americanos y miles de cartuchos que tenía en su casa. En esta lucha sin fin, México ha pagado un precio muy alto: han muerto centenas de soldados, policías y gente inocente. Es injusto decir que “México no hace nada”; nuestro País pone los muertos y ellos ponen sus lujosas boutiques para vender mota.
México va a ser su piñata de tiempos electorales. Pero volviendo a la pésima idea de mandar marines a México, Estados Unidos tendría muy pocas posibilidades de éxito: ni el pueblo ni el Ejército colaborarían con los invasores extranjeros, tal y como sucedió en la Expedición Punitiva, cuando se metieron a México cinco mil soldados norteamericanos al mando del general Pershing, mentor de generales, a perseguir a Villa. Nunca pudieron encontrarlo y el resultado fue un total fracaso. 
Imagínelos usted en el triángulo dorado de la sierra de Durango, Chihuahua, Sinaloa… persiguiendo narcos, disfrazados de campesinos, que tienen una gran base social, sería su Vietnam II. Aunque, en México, los conservadores les aplaudirían y ofrecerían un Te Deum en la Basílica, tal y como lo hicieron para agasajar a las tropas norteamericanas a su arribo a la ciudad de México en 1847.
 

RAA

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