Por: Arturo Sarukhán*
En 1942, con la victoria británica sobre el ejército alemán en el norte de África, Churchill buscó alentar a su nación y enviar una señal de confianza al mundo en un momento que probaría ser de inflexión en la Segunda Guerra Mundial: “Esto no es el fin. Ni siquiera es el principio del fin. Pero, posiblemente, sea quizá el fin del principio”, precisó. Una serie de ataques en múltiples puntos del frente en Ucrania el 6 de junio marcan el inicio de la tan esperada contraofensiva de Kiev, un momento crítico en una guerra de agresión iniciada por Moscú hace casi 16 meses y que hoy muchas capitales alrededor del mundo observan esperanzadas de que pudiese constituir el inicio del repliegue ruso del territorio de una nación soberana e independiente.
Al lanzarla, Ucrania da un paso decisivo para buscar expulsar a fuerzas rusas de su suelo. Aún es temprano y hay mucho que no sabemos acerca de lo que ocurrirá en el campo de batalla, pero los ucranianos necesitan demostrar que tienen con qué hacer retroceder a los invasores. Considero que los ucranianos pueden ganar esta fase de la contraofensiva. Pero también es probable que el verano sea largo y difícil, y no podremos juzgar qué tan exitosa y determinante ha sido hasta que hayan transcurrido varias semanas. Dicho esto, aquí hay algunos puntos a tener en cuenta. Primero, si bien la contraofensiva ya inició, parece que el ataque principal no se ha dado aún. Sabremos que está en curso cuando veamos grandes formaciones de fuerzas blindadas -dos o tres brigadas- desplegadas y atacando como punta de lanza en una misma dirección. Segundo, habrá que observar las líneas rusas. Moscú ha construido cientos de millas de trincheras, campos minados y zanjas antitanques. Por ello, tercero, romper líneas enemigas nunca es fácil. Y cuarto, quizás la métrica más importante será cómo evoluciona el apoyo en capitales occidentales.
Hay sin duda riesgos. Una amenaza radica en la propia asistencia incremental que occidente hasta ahora ha preferido brindar a Ucrania por temor a propiciar una respuesta radical de Moscú, o detonar un cambio de rumbo de Beijing si Putin llega a ser acorralado y humillado. Otra vulnerabilidad es la capacidad sostenida ucraniana para ganar en el campo de batalla. Tercero, la batalla narrativa continúa y exige contrarrestar constantemente la desinformación, como queda claro sin ir más lejos que las redes sociales mexicanas, donde granjas de bots de la 4T son usadas para regurgitar propaganda y desinformación rusas. Pero al final del día, el tiempo es la variable clave que determinará el resultado de la despiadada guerra desatada por Moscú. Putin, convencido de que Rusia puede superar en atrición y sufrimiento a sus adversarios y sostener una dura guerra de desgaste durante meses o años, confía en que puede erosionar el apoyo público a Kiev en EU y Europa y que muchas naciones se cansarán del conflicto, o continuarán arropándolo con su neutralidad pro-rusa, como es el caso con su contraparte mexicana.
Si bien esta guerra terminará en una mesa de negociaciones, solo el resultado de la contraofensiva llevará eventualmente a las dos partes a sentarse allí. La tarea de Ucrania, sin ambages, es mostrar a Putin, a su gabinete, a la oligarquía y sociedad rusas y al resto del mundo que observa a Rusia y al conflicto que ésta no puede ganar; que la invasión fue mal concebida desde el principio. Esa no es una tarea fácil, y el riesgo de que el cálculo falle es real. Por todo ello, es esencial que la contraofensiva ucraniana en curso sea exitosa.
* Consultor internacional; diplomático de carrera durante 23 años y embajador de México
