Por Alí Rendón

Creo conocer esa cosa, al menos en su forma básica y su función. Vamos a averiguar si a ti también te visita. Para empezar, puedo decirte, sin ninguna duda, que somos animales y en nuestra cabeza, junto a nuestro miedo más sucio, está el firme deseo de que alguien muera. Pero ¿y si algo estuviera utilizando ambos sentimientos —el miedo y el deseo de matar— para su beneficio? Yo creo que ese “algo” siempre ha existido, nos ha utilizado sin darnos cuenta. Como humanos se sirve de nosotros esa cosa (un algo o un alguien, quizá otra especie entera), tal como nosotros explotamos a la flora y a la fauna.

Yo quiero que se muera esa cosa que parece un hombre de ojos negros sin fondo, que viaja cabalgando mi mente todas las noches. Por eso te voy a decir cómo comprobar si a ti también te utiliza ese tipo calvo, pálido, de mirada dolorosa, que a varios se nos aparece en sueños.

Este, mi testimonio, no se funda en esa conocida leyenda urbana producida por un estratega de la publicidad viral: ¿Ha soñado alguna vez con este hombre? No; de hecho, esta última, llamada This man, no es una invención original; sino que se inspiró en los eventos registrados por primera vez en Cracovia, Polonia, en 1995: El caso Sikornik, para ser exactos. Este caso verdadero sí que es el antecedente de mi testimonio.

La mañana del 11 de agosto de 1995, Zofia Blizniak, una niña de siete años que jugaba en el parque del bosque Wolski, al oeste de Cracovia y muy cerca del zoológico, se separó de sus padres y de sus demás hermanos. Éstos la buscaron unos minutos después. La hallaron cerca del zoológico con un niño. El pequeño, de ocho años, parecía confundido y daba explicaciones que Zofia y su familia no pudieron comprender. El niño decía: «No quiero carne de cerdo, no quiero, no quiero; quiero a mi mamá» y luego lloraba. 

Lo único claro era que el niño, de nombre Bialas Jacek, estaba perdido. Al verse cuestionado por los adultos y las autoridades del parque, Bialas dijo no saber dónde estaba su madre, ¡ni recordar el nombre de ella! Nunca se pudo dar con el paradero de su madre, ni el de su familia o su lugar de origen siquiera. Tampoco se pudo constatar la identidad de Bialas Jacek ni conocer sus apellidos. Era como si en vez de perderse otro niño en el mundo, uno apareciera de repente.

Konrad Luczak, uno de los oficiales del caso, se obsesionó con la idea de que otros como el pequeño Bialas comenzaran a surgir por aquí y por allá. El policía, cada vez más afectado por el alcoholismo, trató de convencer a sus compañeros de que Bialas no era ni el primero ni el único; pero nunca pudo comprobarlo y tiempo después se dio de baja del Cuerpo. Por su parte, a los padres de Zofia Blizniak en repetidas ocasiones les fue denegada su solicitud de adopción del pequeño Bialas, quien fue internado en alguno de los planteles del Sistema de Custodia de Infantes sin Hogar de Polonia

Hasta la fecha, al misterio se le conoce como El caso Sikornik por estar situado el bosque Wolski en ésta colina que es el punto más alto de Cracovia. Al niño se le registró de manera oficial como Bialas Jacek Sikornik. Ahora es un adulto que sigue buscando a su madre y familiares, o a cualquiera que pueda dar información sobre su vida. 

Antes de que cumpliera los nueve años se le pidió que hiciera un dibujo de su madre. Por alguna razón, inexplicable para sus psicólogos, nunca pudo dibujarla; solo trazaba, una y otra vez, el rostro de un hombre calvo: el labio superior muy fino, como el corte de un bisturí, la boca una mueca muerta de camino a ser una sonrisita; los ojos negros entornados, un párpado más caído; el trazo tembloroso del niño imprimía la sensación de movimiento a las pupilas que siempre miraban al observador del retrato. La mayoría de los que ven la ilustración coinciden en que, después de un tiempo de observarla, sienten una amenaza familiar en el rostro de un extraño.

Bialas decía que éste sujeto, de quien desconocía su nombre, lo había sacado de su casa con la promesa de «mostrarle una puerta de entrada al Cielo». Más tarde, gracias a la mayor popularización de internet, varias personas alrededor del mundo pudieron identificar al sujeto sin nombre del retrato robot que dibujó Bialas. Aseguraron haberlo visto en sueños. Muchos años después, el publicista italiano Andrea Nattela utilizó la idea del hombre que dibujó Bialas, y los testimonios de varias de las personas que aseguraban reconocerlo en sus sueños, e hizo una leyenda urbana a la que tituló Este hombre, creando así la página web de thisman.org con el impacto que ya todos conocemos; pero alejada de la realidad y de un objetivo práctico.

Del caso Sikornik, yo no conocía nada hasta hace poco que encontré la página de Facebook del joven Bialas con el retrato robot del hombre. Para entonces yo ya había hecho lo que llamo: “El test del vaso con agua”, y sabía que el hombre estuvo en mis sueños pasados y estaba en los presentes. Yo creí que en los sueños el extraño solo se limitaba a hablarme en su lenguaje desconocido; luego descubrí que más bien hacía (sigue haciendo) otra cosa. (Continuará)

Alí Rendón (Celaya, 1980). Trabajando bajo un reloj nuclear se percató de que las palabras son núcleos de significados y emociones poderosísimos. Escribe poesía y narrativa. Ha sido becario PECDA y tutorado por el Fondo para las Letras Guanajuatenses. Recibió el premio del Festival Internacional de Literatura San Miguel de Allende 2016. Está casado con la narradora Lunena y le escriben una cápsula del tiempo a su hija. Tuitea como: @espectronico

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