Se estima que al gobierno de México le ha costado 400 mil millones de pesos dejar de cobrar impuesto a las gasolinas y subsidiar su precio. Como lo demostró en 2013 un estudio del IMCO (https://bit.ly/3tTWkVg), este es un subsidio altamente regresivo, es decir, que beneficia mucho más a los ricos que a los pobres. Por cada peso que recibe el 10% más pobre de la población, el 10% más rico recibe $32. Esto es lógico, pues son quienes tienen automóvil.

Aun entendiendo la lógica política del subsidio, me parece carísimo salvaguardar así la popularidad del Presidente, que es en lo que realmente se “invierte”. Se acumulan los disparates en los que se dilapida dinero que, de hecho, es nuestro y no de ellos: obras públicas absurdas que se hacen con brutal ineficiencia, un aeropuerto que nadie quiere usar, el pago total de un aeropuerto que nunca se construyó, trenes donde nadie los necesita y una refinería que está fuera de era, fuera de sitio y fuera de lógica. Nada más fácil que, en aras de ser popular, tirar dinero que hace urgentemente falta para cosas importantes.

Muchos justifican el subsidio debido al impacto positivo que tiene sobre la inflación. Sin embargo, al no permitir que el precio de la gasolina refleje su costo real, en medio de la crisis del mercado energético mundial ocasionada por la invasión rusa a Ucrania, no se desincentiva su consumo. En EU, donde el precio de la gasolina ha aumentado más de 40%, los consumidores han reaccionado usando menos el automóvil, comprando vehículos más eficientes -compactos, híbridos, eléctricos- incrementando el uso de ferrocarriles para transporte tanto de carga como de pasajeros, y de bicicletas en zonas urbanas. En México, mantendremos el consumo, al ni enterarnos de que son nuestros impuestos los que cubren el creciente costo.

El país del mundo donde más se subsidia la gasolina es Venezuela. Por lo mismo, la última vez que estuve en Caracas pude ver circulando un Falcon 1964 como el que tuvo mi papá, y un Maverick 1970 como el de mi mamá, que hoy son carcachas ineficientes y contaminantes. No hay incentivo para cambiarlos. ¿Cuánto podría haber hecho un gobierno sensato para modernizar el transporte público en ese país con una fracción del dinero que han tirado por décadas subsidiando combustible? ¿Cuántas enfermedades respiratorias se hubieran evitado? Claro, cuando señalé el absurdo del subsidio, muchos me decían que el país se levantaría en armas si el precio de la gasolina aumentara. Lo dudo. Eso asume que la gente es idiota. Apuesto a que preferirían tener mejores escuelas, hospitales, infraestructura moderna, y sí, transporte público digno.

Un país rico no es aquel en el que los pobres tienen automóvil, sino ese en el que los más ricos prefieren usar transporte público, porque éste es cómodo, confiable y accesible. La lista de los países donde la gasolina es más barata -Venezuela, Libia, Irán, Siria, Argelia- y donde es más cara -Hong Kong, Finlandia, Islandia, Noruega (país que es, por cierto, importante productor)- hace evidente la “lógica” de la demagogia populista.

Los precios de petróleo y gasolina se mantendrán altos, y quizá incluso al alza, mientras no se resuelva Ucrania. Qué fácil es tirar cientos de miles de millones que podríamos sí usar para paliar el grave impacto que la inflación tiene sobre los más pobres, a los que AMLO dice defender. Qué fácil es pelearse con las empresas privadas, o ahuyentar a la inversión extranjera, cuando son los pobres quienes se quedan sin empleo. Qué fácil es cancelar el Seguro Popular, cuando él y su familia se atienden en hospitales de lujo. Qué fácil es hacer pedazos la educación pública, cuando un hijo asiste a escuela privada y el otro estudió en España. Qué fácil es hablar de abrazos, resguardado por murallas y protegido de sol a sol, cuando son los pobres quienes cotidianamente reciben balazos.

En vez de aprovechar su popularidad para tomar las medidas difíciles que nos urgen, AMLO prefiere tirar nuestro dinero para preservarla. ¿Lo hace por cinismo o ignorancia?

 

@jorgesuarezv

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