Me reconozco hoy como muchos lectores, en el espejo común de amar a los críos y de habernos metido hace mucho al oficio no siempre bien reconocido-, de ser papás, de formar y acompañar, y despedir a los hijos, para ahora recibir de más, en el amor a los nietos. Y esto queridos lectores, es porque hoy se celebra en México el Día del Padre y llegamos ilusionados a esperar la cita para abrazar a nuestros enanos que ya se hicieron grandes. Hoy domingo, por eso, es un día “muy padre”.
Paralelo a que los mexicanos usáramos el decir que algo estuvo “a toda madre”, construimos (al menos los más viejos) la expresión de que esto o aquello estuvo “muy padre”, dicho solo superado ahora por el “chido” de los jóvenes. Pero, aun así, la referencia en el País a hablar de los progenitores, de los padres, es menos usual que hablar de las progenitoras. Sí, los números, comprueban que la mamá está siempre en el primerísimo lugar de los mexicanos. Antes, los papás eran el principal sostén económico, cuando ahora también las mamás lo son. Llevar las actividades domésticas era exclusivo de las mamás, cuando ahora un porcentaje -alrededor del 7%- son hombres quienes se quedan en casa para que las mujeres sean el sostén económico.
Ser padre de todos modos, tiene un lugar importante en la mente y corazón de los mexicanos. Lleno el calendario anual de festividades religiosas, en junio queda un espacio para festejarnos a los progenitores, pues, aunque nadie nos ha enseñado a ser papás, casi el 80% de los varones conocemos la maravillosa experiencia de haber engendrado a un hijo. Sí, dar vida a otro ser humano y contribuir al crecimiento de los pequeños, requiere buena dosis de amor y nos da la satisfacción de ser persona plena en esa experiencia única de trascender y dejar una huella. Es probable que hayamos crecido con un estilo de padre cuya función principal era proveer a su familia de los recursos necesarios para vivir, aunque eso implicara una escasa convivencia con su familia; era el papá que demostraba ser “fuerte” y que no expresaba sus emociones ni permitía que sus hijos lo hicieran, pero les exigía mucho y los escuchaba poco.
No habiendo en algún rincón del País, un Monumento al Padre, como sí lo hay de la Madre, los papás somos queridos por nuestros procreados, es cierto, pero estamos lejos, lejísimos, de ser venerados como quien es realmente el centro de la vida familiar de los mexicanos y a quien todo debemos: la madre. Como sea, en la tercera semana de junio cercanos al día de San Juan donde imploramos lluvias, reconocemos en México a los progenitores varones y aunque no tiene esto la fuerza económica de otras festividades, la CANACO nacional (Cámara Nacional de Comercio), mide el impacto de las compras apenas en la tercera parte que la fiesta de las madres. Al sondear específicamente en asilos de ancianos y en “centros de día”, los adultos mayores padres entrevistados, nos contestaron categóricamente que “son más olvidados que las mamás”, pues tres de cada cuatro padres, a diferencia de las madres, afirman no recibir atenciones de parte de sus hijos. Y al obtener datos del INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática), del DIF nacional y del CONAPO (Consejo Nacional de Población) sobre los niveles de desprotección de los adultos mayores varones, se puede concluir que son menos protegidos por la familia, que las adultas mayores.
Nos nacieron millones de centennials y millennials, quienes, abruman la vida y la dinamizan. Los baby boomers irrumpimos en las pensiones siendo la “generación del esfuerzo” que esperó con ilusión un mejor mundo donde pudiéramos gozar de la descendencia. La extensión para muchos adultos mayores, es ser abuelos y reconocer en nuestros críos a unos padres felices. En este oficio de paternidad, como decía Dehesa: “A mí ya me tocaron remuneraciones muy escasas y nulas prestaciones. Me ha correspondido ejercer de padre de tiempo completo. Lejos de quejarme, confieso que me he divertido mucho y declaro que estoy muy orgulloso de la educación que mis hijos me han dado”.
