Les dijiste  que desmontaran las puertas y las ventanas porque las reciclaríamos, añadiste  que era lo mejor, ya que  los vándalos están alertas y trabajan de prisa y no sería justo que se perdieran. Así que las quitarán con cincel y martillo, después, las traerán y las reutilizaremos.

Entendí tu razonamiento, sin embargo, me llené de pena, fue como si me hubieran puesto un velo oscuro en el corazón.  Se me agolparon los recuerdos, y quise decirte que no hicieran nada, que yo anhelaba ver todo como estaba antes. Pero me pareció egoísta, puesto que para tomar esa decisión, habías hecho varios cambios, el primero, comenzó en tu pensamiento que es donde comienzan las modificaciones, y una vez negociado con tus propias añoranzas, habías tomado ese  acuerdo. Ya no podía pedirte que volvieras atrás.

Me quedé callada, solamente escuché tus explicaciones hasta que sentí que tus razonamientos iban permeándome el corazón reseco como la tierra árida de un surco vacío.

Tal vez esa es la manera correcta de vivir, reciclar objetos, ir soltando amarras y deshaciendo nudos para libres alzar el vuelo como un globo aerostático. Poder ver desde otra altura al mundo hacerse más pequeño mientras se engrandece el cielo y nos envuelve en su grandiosidad. Y ahí, en la canastilla que nos detiene de caer, ver cómo todo se va alejando, cómo las casas y los campos se van haciendo minúsculos en sus dimensiones a la distancia, y con extrañeza modifican su forma empequeñeciendo hasta desaparecer.

Nosotros desde esa altura, abrimos los brazos seguros de que no caeremos, y viendo esa inmensidad azul, imaginamos volar, sentimos que en cualquier momento nos internaremos con los brazos extendidos, braceando en ese cielo como si fuera un segundo mar.

Sí, vamos a reutilizar las puertas, nos asomaremos por las ventanas y veremos un jardín nuevo saludándonos tras el cristal, y lo haremos con nuestros mismos ojos sabios que han visto tantas cosas. Finalmente hemos entendido que la vida es eso, mirar y pasar, reciclar palabras y formar nuevos enunciados, darle la vuelta a la hoja del cuaderno, permitirnos escribir una historia nueva.

Y es que siempre ha sido así, todo cambia, evoluciona, se modifica, muy probablemente la razón del sufrimiento, es desear que nada cambie, querer que todo siga igual cuando somos los primeros en ejemplificar que ya no somos los mismos.

Me he replanteado muchas veces hacer lo mismo en mí, arrancar, modificar, cambiar de lugar, reinventarme. Y lo intento, a veces avanzo, otras retrocedo porque soy falible, solo aseguro que estoy caminando. He optado por abrir mis manos para no asirme a un tiempo que transcurre, porque no quiero vandalizar mis horas nuevas con plantillas viejas.

Acepto la labor de reciclaje que propones, pero, ¿Quién le explica al corazón que no razona y melancólico no deja de sentir? Por eso, así como al azar, tomé tu mano y la apreté solidaria para  demostrarte mi empatía, porque sabía que tú y yo, estábamos sintiendo lo mismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *