Las crisis económicas han provocado casi siempre enormes desplomes de la banca nacional. La de 1995 llevó a la quiebra de virtualmente todo el sistema bancario. Sin embargo, la de 2020, a pesar de la contracción de 8.5% de la economía, no ha tenido repercusiones duraderas en la banca. 

“Es verdad que la cartera vencida llegó a 4.5% en la crisis”, me dice Daniel Becker, presidente de la Asociación de Bancos de México, “pero la cifra se ha reducido ahora a 2.1%. Tenemos un grado de capitalización de 19%, a pesar de que el mínimo regulatorio es de 10%”. La cartera de crédito se ha recuperado casi a los niveles previos a la pandemia, solo 2% abajo del máximo, pese a que el producto interno sigue rezagado. 

Ayer comenzó la 85ª Convención Bancaria en un momento complejo: días después de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y en medio de la veda de información por la consulta de revocación de mandato. El Presidente cumplió con la tradición, sin embargo, y acudió personalmente a inaugurar. 

La relación entre el mandatario y los organismos empresariales ha sido precaria, cuando no adversarial, pero los banqueros han mantenido un buen trato. El Presidente ha cumplido la promesa de no hacer cambios en las reglas, pese a las amenazas del senador Ricardo Monreal de impulsar controles en las tasas o restricciones a las comisiones. El propio presidente ha dicho: “La actividad bancaria ha tenido buenos resultados, han obtenido buenas ganancias. No se han hecho modificaciones para reducir por decreto los márgenes de utilidad, o de intermediación, o el cobro de comisiones”. El secretario de hacienda, Rogelio Ramírez de la O, me dijo ayer que el gobierno tiene intención de “mantener los equilibrios”. 

Al país le conviene que los bancos tengan buenos resultados. Solo una parte pequeña del dinero que prestan es de sus dueños; la mayor parte pertenece a los ahorradores. Cuando los bancos quiebran, los depositantes pierden. Por eso los gobiernos suelen rescatar a los bancos cuando quiebran, como ocurrió en México en 1995 y 1996. 

Si bien los bancos mexicanos están sólidos, su penetración en el mercado nacional sigue siendo decepcionante. Nuestra bancarización es baja, incluso en comparación con países de desarrollo similar o más bajo. El Global Findex Database del Banco Mundial señala que en México solo 37% de los adultos tiene cuenta bancaria. Algunos países desarrollados, como Canadá, logran 100%, aunque Estados Unidos alcanza solo el 93 por ciento. En Latinoamérica, Chile tiene 74% y Brasil 70; incluso los guatemaltecos registran 44%, cifra bastante superior a la mexicana. 

En México el gobierno establece barreras innecesarias para la apertura de cuentas, como lo puede atestiguar cualquiera que haya acudido a una sucursal a abrir una cuenta. Esto implica no solo perder tiempo, sino someterse a trámites y registros biométricos molestos y atemorizantes. Mientras tanto, estamos dejando a dos terceras partes de la población sin acceso a los servicios bancarios. 

La banca mexicana tiene oportunidades importantes todavía para seguir creciendo. Un amplio porcentaje de la población no goza de sus servicios. El Gobierno debe reducir las exigencias reglamentarias que ahuyentan a quienes menos tienen, pero los bancos tienen también que diseñar productos más accesibles, para que más gente pueda aprovechar las ventajas de la bancarización. 

 

Adelantado

AMLO adelantó el alza de 0.5% en la tasa de interés: “La decisión de ayer la tomaron en el Banco de México por unanimidad y nosotros respetamos la autonomía del Banco de México”. Preocupa, sin embargo, que el Presidente tenga acceso anticipado a las decisiones de la Junta de Gobierno.

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