En agosto del 2015, Manlio Fabio Beltrones protestaba como presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y decía: “El poder desgasta, pero lo que más desgasta es no poder”. Y, continúa& “Hoy, el PRI hace el compromiso de renovarse para avanzar. Hay que decidirnos a hacer los cambios y transformar. Qué nadie se extrañe que un partido en el gobierno apoye a su gobierno, platique con su gobierno, resuelva con su gobierno&Nos instalaremos en el siglo XXI”.

Todo era muy prometedor, Beltrones y el PRI eran el presente y el futuro. Pero, los castillos de arena que construía el líder en el imaginario, pronto se derrumbarían. En el discurso había deseos de transformación, de cambios, de resultados, de un dialogo franco y permanente con el Presidente. Entonces, ¿qué falló?

Pero, en política no hay nada escrito: tras la estrepitosa derrota electoral, donde el Revolucionario Institucional perdiera 7 de 12 gubernaturas, Manlio Fabio Beltrones renunciaba a la dirigencia, y decía a su salida que: “El PRI estaba obligado a escuchar la voz y reclamos de los ciudadanos, que exigen mejores gobiernos y combate a la corrupción e impunidad, dondequiera que ésta se encuentre”&mencionó además que, “el partido venía pagando el costo de la impunidad y de la corrupción de los malos gobiernos, y habló de que quien lo sucediera, debería encabezar las transformaciones necesarias en el PRI para conectar con el pueblo y recuperara la confianza del ciudadano.

Entonces, si era el PRI un partido que dialogaba y acompañaba al Presidente, ¿por qué Beltrones no informó oportunamente al Presidente de los reclamos de los ciudadanos que exigían se frenara la corrupción y la impunidad? ¿Dónde quedó ese diálogo permanente que supuestamente existía entre el partido y el Presidente y las decisiones del Gobierno acompañado de su partido&? El tricolor  era el partido del Presidente; pero, ¿éste abandonó a su partido, o el PRI abandonó  al Presidente, o todos cargaron con el botín de la corrupción del sexenio?

Pero, el relevo de Beltrones, Enrique Ochoa, un joven economista, doctorado en ciencias políticas por la Universidad de Columbia, director de Comisión Federal de Electricidad, un tecnócrata, también  manifestaba la necesidad de cambios profundos en el partido. Veía la gran oportunidad de que el PRI y el presidente Peña Nieto, se reivindicaran con una sociedad enojada y ofendida por el flagelo de la impunidad que padecía México.

Pero, ¿a qué se referirían Beltrones y Ochoa, al mencionar que el PRI necesitaba una transformación&? ¿Qué clase de transformación? ¿ideológica, doctrinaria o moral en la praxis? Difícil precisar esa gran imprecisión, porque es una ambigüedad, debido a que, en lo ideológico, los principios fundacionales del viejo Revolucionario son universales y atemporales como la justicia social; y, cabe señalar que, en relación a su doctrina, nunca ha tenido una fija y determinada, se fue adecuando a los mandatos de su presidente de México y del mundo. 

Recientemente, en una desangelada asamblea nacional, sin matracas, sirenas y porras, como en antaño ocurría, su lider Alito Moreno, desmarcó a su partido del neoliberalismo para asumirse como “socialdemócrata”. Es decir, se hizo a la Izquierda y arremetió: “La propuesta neoliberal fracasó y el mercado libre y su funcionamiento, lejos de generar una nueva etapa de crecimiento y bienestar, hizo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.  Al finalizar, Alito no descartó contender para la presidencia en el 2024.

Lo extraño de todo esto es que, desde hace 34 años, con Salinas de Gortari, estén hablando de cambiar y refundar la doctrina y los principios del PRI. El partido fue un pragmático heredero directo de la Revolución Mexicana, abarcó la mayor parte del espectro ideológico, a partir del pensamiento de sus líderes y sus caudillos: el liberalismo de Madero, el agrarismo de Zapata, el laborismo de Obregón, el fascismo de Calles y el socialismo de Cárdenas. Desde Miguel de la Madrid, el PRI se acomodó a los lineamientos de la globalización neoliberal, cuyos defensores apoyan el famoso: “laissez faire, laissez passer”.

En conclusión: Por decreto no se cambian los principios, la conciencia ni la moral de los hombres; por lo tanto, lo que tiene que cambiar en el PRI es el hombre, su conducta, su ética y la finalidad del ejercicio del poder. Actualmente, una condición sine qua non para los partidos es que sean creíbles, honestos intelectualmente, en el decir y hacer, pero también en lo pecuniario; que el elector sienta que puede confiar en los compromisos y valores que enarbola el partido. El pueblo ya no quiere partidos electoreros ni alianzas para repartirse el poder. El poder tiene sentido cuando se pone al servicio de los demás. 

Las alianzas deben de hacerlas con el pueblo y no en lo oscurito con el mejor postor. El Revolucionario no va a subsistir ni a crecer disfrazándose, metiéndose dentro de la sotana del PAN&porque, va a difuminarse en la bruma de la indefinición y la nada, como sucedió con los despojos del PRD. El PRI nace de la tierra con la que se amaso el barro que dio vida al caudillo revolucionario, a diferencia del PAN, que es concebido en Monterrey, en el banco de Londres y México, con la suma de empresarios resentidos con el triunfo de la Revolución y las bendiciones y agua bendita de la alta jerarquía eclesiástica.

El PRI fue nacionalista y liberal, de izquierdas, de derechas, y de centro, nacionalizó y privatizó de acuerdo con las doctrinas económicas internacionales. No perdió el poder con sus acomodos ideológicos, lo perdió cuando dejó de ser el garante de la estabilidad, de la paz social y el crecimiento. Hubo corrupción, impunidad, asesinatos sin resolver, como el de Colosio, Ruiz Massieu, el Cardenal Posadas Ocampo y la Guerra de Chiapas, &entre otros. Además, la delincuencia y las fraudulentas fortunas, malograron los beneficios aportados al país desde su fundación en 1929 por los caudillos triunfantes de la Revolución.

Cambiar todo, para que nada cambie& “El poder desgasta, pero lo que más desgasta es el no poder”: Beltrones.

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