Dice López Obrador que, si sus opositores queremos que se vaya, debemos aprovechar la Revocación de Mandato. Yo, por mi parte, no quiero que se vaya. No todavía. Nos guste o no, nos simpatice o no, él es el Presidente de todos los mexicanos, pues llegó al poder como consecuencia de un proceso electoral totalmente legal. Fue electo por 6 años.

Entiendo que la ley nos da la opción de pedir un proceso para revocarle el mandato a un Presidente. Este no fue el caso. El proceso fue iniciado por el propio mandatario, por lo que es incoherente y absurdo. Perderemos el tiempo y tiraremos recursos importantes a la basura.

Para evaluar a un Presidente necesitamos un ciclo sexenal completo. Sería parcial e irrazonable evaluar el desempeño de un encargo tan complejo en sólo 3 años. De volverse costumbre, haría imposible que los gobernantes se enfocaran en proyectos importantes de largo plazo, privilegiarían logros llamativos, aunque insustanciales.

AMLO recibió un país muy lejos de la perfección. Sería irresponsable no recordar la flagrante corrupción y frivolidad que imperó en el gobierno de Peña Nieto. Sin embargo, jamás podremos constatar cuánto habríamos avanzado a partir de las reformas estructurales en ese sexenio, pues éstas fueron torpemente abortadas por este gobierno. Sin ser perfectas, eran -sin duda- un paso en la dirección correcta. Miraban hacia delante, gran contraste con un gobierno que insiste en regresarnos a un pasado que implicaría subdesarrollo perenne.

No es fácil destruir un país en sólo 3 años. Mucha de la brutal hecatombe que ha ocurrido no es aún palpable. Lo es para quienes sufrimos pérdidas personales por el criminal manejo de la pandemia, para millones que se quedaron sin salud pública, o para otros cuyas familias han sido víctimas de la creciente violencia. Pero nadie escarmienta en cabeza ajena. Siento que muchos más lamentarán la criminal negligencia de quienes hoy gobiernan.

En sus primeros años, este gobierno se benefició de fideicomisos y ahorros reservados para momentos difíciles. Los han devastado y despilfarrado. Se acabó el colchón. Darle una salida a AMLO hoy, después de que arrancó cimientos importantes, nos pondría en riesgo de que cuando llegue finalmente el desplome, él diga que éste ocurrió no por su miope ineptitud, sino porque él ya no está. ¿Alguna duda de que eso haría?

No, quédese hasta el final, señor Presidente. Preferiría que enmendara el rumbo y aceptara errores, pero no lo hará. Entonces, quiero ver hasta dónde llegan sus mentiras. Cómo niega la realidad. Quiero ver cuando sus “otros datos” se tornen grotescos. Quiero verlo contorsionarse en las Mañaneras cuando explique por qué sus monumentales obras fueron un fracaso. Quiero oír qué dice cuando el precio de la gasolina llegue a la estratósfera (cerca de donde ya está) y cuando el crimen organizado haga aún más evidente que su estrategia de abrazarlos no fue táctica, sino claudicación cobarde. Quiero verlo contener el fuego amigo que disparará su “partido”, que es todo menos eso. Va a pagar por negarse a institucionalizarlo. Por no hacerlo, sólo usted será responsable de la debacle. Quiero oír su explicación de un dólar a 25 pesos y de tres años más sin crecimiento. Quiero verlo. Quiero oírlo.

Vendrán más corruptelas de familiares incómodos. Su año de Hidalgo será de 36 meses. Conforme la permanencia de su “movimiento” se vea improbable, aliados y algunos medios -hoy cómplices timoratos- saldrán de su poquedad y le darán la espalda.

Después de 6 años de destrucción e ineptitud, tendrá mucho que explicar. Sus mentiras perderán eco. Crecerá la preocupación de colaboradores cercanos que han suscrito la ilegalidad y que han olvidado que su responsabilidad era con México y no con el tirano.

Y si en todo esto me equivoco, la certeza de que usted no habría reconocido una revocación, y de que, de reconocerla, usted elegiría a su sucesor, me dejan la conciencia tranquila. Este no es un “proceso de revocación”, es una trampa para ingenuos, una distracción boba y cara.

Quédese. En 2024 nos vemos.

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