En la retorcida ley electoral que diseñaron las legislaturas pasadas, pusieron candado sobre candado, límite detrás de cada límite para que no hubiera ventajas en la elección. Quienes quieren ser candidatos a la Presidencia de la República para el 2024 no pueden hacer campaña formal desde hoy. Todos tienen que simular. El que diga “voy por la presidencia” le pueden castigar por “actos anticipados de campaña”. La ley electoral lo dice. 

Por eso Enrique de la Madrid, al igual que Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Anaya y -no se ría- “Alito” Moreno dicen querer estar en la boleta. La verdad es que todos están en campaña, cada uno desde su trinchera. De la Madrid vino a León cobijado por el Tec de Monterrey, donde trabaja en proyectos sobre ciudades. 

Su discurso, a diferencia del de Ricardo Anaya, no es de confrontación directa o descalificación sino de propuesta. Su planteamiento es interesante porque quiere, desde el principio, involucrar a todos. A León vino por un compromiso de los empresarios, de los profesionistas y sus gremios. De la Madrid considera un problema que todos queramos un “Chapulín Colorado” que nos salve del populismo. Si queremos un cambio verdadero debemos participar y ponernos en los zapatos de los más necesitados. No es viable un país donde sólo los empresarios avancen. Para él hay un justo reclamo porque se reparta mejor el ingreso nacional. 

A pesar de las promesas de Morena, la pobreza no se ha reducido, por el contrario, aumentó para 5 millones de mexicanos. El ingreso por habitante disminuyó en términos reales y la inflación se lleva el avance en el ingreso de los últimos años. 

El tema de nuestro tiempo es cómo reducir la desigualdad, cómo sacar de la pobreza y la pobreza extrema a la mitad de los mexicanos. El planteamiento de López Obrador fue impecable: “por el bien de todos, primero los pobres”. Eso lo debe comprender la oposición si quiere lograr algo en el 2024. De la Madrid lo sabe. Cultivado desde joven en la empresa privada y en el sector público, conoce las fortalezas y debilidades de cada uno. 

En palabras sencillas, no sólo hay que repartir mejor el pastel, también debe crecer como sucedió en Oriente en las últimas décadas. Cuentas sencillas para las nuevas generaciones. En los países desarrollados de la OCDE como Dinamarca, más del 70% del pastel (PIB) se reparte en las nóminas. Los ingresos son muy altos y bien distribuidos. En promedio, los países de la OCDE tienen más del 50% del PIB para los salarios. En México apenas llega al 34%. Sólo Panamá está peor que México en la distribución del ingreso. 

El problema es explicar al elector que sólo se logra eliminar la pobreza y disminuir la desigualdad con mucha mayor inversión (25% del PIB en adelante) y luego con una mayor recaudación que ayude para mejorar educación, salud y seguridad. Al final del sexenio, cuando lleguen las campañas, vendrá la pregunta: ¿estás mejor o peor que hace seis años? 

No cabe duda que el discurso de De la Madrid cala hondo en el público educado al que se dirige por todo el país. Su tarjeta de presentación es la racionalidad y el compromiso. Esperemos que pronto encuentre también la vena de la pasión política, que haga encender la fe en que podemos ir hacia el futuro unidos. Los dos brazos para lograrlo son los del sector público y privado, en armonía para volver a detonar el crecimiento perdido. 

 

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