Los expertos hablan del vandalismo como un asunto sociológico pero a la vez que nace de una patología. Se comienza en el hogar destruyendo objetos y dando muestras de cierta agresividad casi inadvertible de donde se cree, por parte de quien la realiza, que eso es divertido. De allí se brinca a lo público y propiamente social.

       No hablemos de quien patea o simplemente golpea a un animal o empuja una persona que de pronto le cae mal, ni nos refiramos a aquel o aquella que  raya un auto con una corcholata; ese agresor o agresora, algo tiene desajustado  en su cabecita.Ya mayor puede  ofender, con sus acciones o críticas, al pariente o amigo, sin experimentar siquiera un remordimiento.

           El tema viene al caso porque, quiérase que no, con semáforo de la pandemia en verde o amarillo, urge el retorno de los estudiantes de todos los niveles a clases presenciales. Claro que las autoridades del sector salud resultan las verdaderamente responsables para decidir la fecha, pero de que Covid19 afectó la educación no hay duda, por eso urge recuperar el tiempo perdido, que decían los antiguos “hasta los santos lo lloran”.

     Solo que hay un pero para el retorno a las aulas, no de escuelas particulares, universidades o tecnológicos cuidados y vigilados, sino de las instalaciones  escolares que no tienen quien las cuide, primarias o secundarias, preparatorias oficiales.

         Dicen los expertos que en barrios, colonias y principalmente en el sector rural, las escuelas fueron vandalizadas en un sesenta por ciento. En muchos casos, los que traen en la cabecita ideas con ansias de destrucción, no robaron más que tubos de cobre o cables de la corriente eléctrica, empero destruyeron, vandalizaron puertas, pisos, ventanas, servicios sanitarios hasta pizarrones y mesabancos.

   ¿Qué obtuvieron de semejante  maldad?. Nada absolutamente,solo mostrar su patología destructiva.

        Y aquí se aparecen dos problemas insoslayables: Uno, que los alumnos no puede ni deben retornar a los planteles sin la seguridad de un buen servicio o sea que urge corregir lo que destruyeron los vándalos y reparar adecuadamente los planteles.

          El otro punto es fruto de la realidad: los gobiernos, de todos los niveles, carecen  de un presupuesto para cubrir esa urgencia. Sí, es verdad que en Federación,Estados y Municipios, se cuenta con un renglón para “contingencias”, sin embargo, al menos ahora ese dinero ha ido a ceros, tanto que ni en Tabasco, con la inundación que les provocaron al derramar una presa, les han auxiliado para mediana recuperación.

          Por eso es de entender que si la escuela, del nivel que sea es un trípode: maestros, alumnos y padres de familia, ahora, para una muy mediana recuperación de los planteles, debe sumarse el pueblo todo; de otra suerte la reparación del daño resultará ilusoria.

                Lo anterior nos convoca, con urgencia, a contribuir para que los alumnos regresen a planteles rehabilitados supuesto que sería contrario a su dignidad si retornan a un tiradero.

                Ustedes y yo, todos, padres de familia o no, cooperemos, pero ya y sin expresa convocatoria, a dignificar los planteles que fueron vandalizados. Una mano para reparar, otra en la limpieza o reposición  de vidrios, sanitarios, bebederos, canchas; llevemos la cubeta, el trapeador, la cuchara de albañil o una pala. Todos en acción por el bien de cuantos retornarán a clases presenciales.

               Si nos quedamos paralizados, criticando las ineficacias de los gobernantes y nada hacemos, somos sus cómplices de la dejadez e irresponsabilidad.

           Hay que aplacar el mal, con la abundancia del bien; pero aquí y ahora.

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