Nomás se tardó dos años y medio en darse cuenta, pero finalmente Andrés Manuel López Obrador reconoció que su gobierno tiene a los mexicanos padeciendo por un grave desabasto de medicamentos.

Y aunque llamó la atención fuerte y en público al secretario de Salud, Jorge Alcocer, y al titular del Insabi, Juan Antonio Ferrer, la realidad es que ellos no son los únicos responsables. Si el Presidente quisiera encontrar al culpable del desabasto, le bastaría con asomarse a cualquiera de los bellos espejos biselados que hay en Palacio Nacional.

No es un problema de presupuesto, sino de proyecto. En su afán por empezar de cero la República, el Mandatario desmanteló buena parte de la estructura del sector salud, empezando por desaparecer el Seguro Popular y sustituirlo por un simple membrete como el Insabi. A eso se suma la decisión de querer asumir todo el proceso de distribución, sin tener el conocimiento ni la capacidad para hacerlo. Hasta a la ONU involucraron y terminaron pagando más caro por las medicinas.

Lo peor del asunto es que López Obrador regañó a sus colaboradores porque ya no quiere oír que hay desabasto. Pareciera que lo que le molesta son los reclamos… y no el daño que sufren las personas por falta de tratamiento.

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¡Ah, qué tiempos aquellos en los que decían que la recuperación económica sería en forma de “V”! La realidad es que los datos preliminares del Inegi advierten que la economía mexicana ya se estancó. Y eso significa que recuperar el nivel previo a la pandemia nomás no será en este año.

La cosa se pone peor al ver que van ocho meses seguidos en que la inflación supera todos los pronósticos y las esperanzas. De hecho, la tasa anual ya llegó a 6.24 en octubre, lo cual traducido al español significa que los precios están disparados. Y aunque en Palacio Nacional insisten cada mañana en que no subirán los energéticos, el alza de la inflación se debe, en buena medida, a que la electricidad subió 18.8 por ciento y el gas 8.8 por ciento.

Alguien debería aprovechar el Buen Fin y comprarse una calculadora para darse cuenta de que la realidad económica tiene otros datos.

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En la víspera del puente vacacional, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México miles de personas se vieron afectadas por el retraso de sus vuelos. Aunque en las pantallas todo aparecía “a tiempo”, en las apps de las aerolíneas se encendían una tras otra las alertas. El colmo es que el cacareado aeropuerto de Santa Lucía de poco o nada servirá para aliviar la saturación, pues se dice que por ahora sólo tendrá 14 posiciones de contacto para aeronaves. Y que esa infraestructura podría crecer al doble… ¡hasta el año 2042! Más que un mamut, el emblema del AIFA debería ser un elefante blanco.

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