Todas las garitas en San Ysidro estuvieron abiertas el primer día a la gente de Tijuana. Las fronteras al tránsito de vehículos y peatones en California unieron de nuevo a los dos pueblos. Enormes colas para entrar a Estados Unidos marcaron el principio del regreso a la normalidad. La guerra contra el COVID no ha terminado pero la paz se acerca. 

 

En los grandes “hubs” aeroportuarios la felicidad desbordaba a los europeos que arribaban a O”Hare en Chicago o al JFK en Nueva York. El lunes pudieron celebrarse reuniones piel con piel, lejos de las pantallas luminosas del Zoom o del Meet. En Norteamérica la tercera curva de contagios cae anunciando un 2022 que, de no haber otra ola, podría ser el año récord en turismo mundial. 

 

Si con la pandemia hubo temores de que la globalización y el turismo mundial disminuyeran en el futuro, los rostros festivos de los viajeros anunciaron lo contrario. Anclados durante año y medio; encerrados por meses al principio de la peste, los mexicanos y los europeos gozan viajar al país más visitado del mundo, Estados Unidos. 

 

La celebración de los 50 años de Disney atrae a más gente que nunca a Orlando. Toda la industria revive a pesar de los elevados precios de hoteles en zonas turísticas. Según reportan las agencias de noticias, las aerolíneas extenderán sus alas a una nueva época floreciente. El drama queda atrás; en EU las compañías aéreas sobrevivieron por el capital que les inyectó el gobierno, de otra forma, la mayoría hubieran quebrado.

 

Mientras eso sucede, en México tendremos que luchar para que regrese la buena calificación de la Agencia Federal de Aviación a nuestro sistema aeroportuario y de aeronavegación, roto desde el gobierno federal por mala administración y una austeridad suicida. Aeroméxico, aunque lastimada y al punto de la quiebra, regresará a la prosperidad. El sueño guajiro de la Aerolínea del Bienestar quedará en eso, un delirio más del estatismo trasnochado. 

 

La vacuna hizo posible que sólo sufriéramos una veinteava parte en defunciones por habitante que hace un siglo, cuando la gripe española acabó con la vida de más de 50 millones. Con las nuevas medicinas de Pfizer, Merck y otras que vengan, el COVID pasará a segundo tema mientras la economía mundial revive. 

 

El COVID será frontera de dos épocas, la de los combustibles fósiles y la del camino a la neutralidad en las emisiones de carbón. Con un poco de optimismo, veremos que México, en tres años, comenzará la carrera para no quedar atrás. También terminará la pesadilla para quienes entienden que el futuro del país está en el conocimiento y no en los trapiches o más refinerías. 

 

Imagino que la reapertura de fronteras equivale a destapar las arterias de un corazón que, por fortuna, aunque infartado, nunca dejó de latir. Borbotones de viajeros enriquecerán de nuevo el intercambio de experiencias y conocimiento. Por más teleconferencias que tengamos, nada es como ver la mirada cálida y la sonrisa abierta de compañeros en las escuelas, colegas en el trabajo y familiares antes distantes. 

 

A los cubrebocas les encontraremos dos usos: uno para protegernos de nuevas infecciones y otro, como lo hizo Lorenzo Córdova del INE en comparecencia con diputados, para cuidarnos de la impertinencia y la estulticia de quienes nos quieren “ver la cara” para llevarnos al pasado. 

 

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