Queridas víctimas de esta columna: después de 35 años de un modelo económico basado en la apertura económica y en la competencia, sabemos que el tejido social se resquebraja, se desmorona. El modelo económico neoliberal ha roto los básicos que nos mantenían en equilibrio con las enormes injusticias sociales que dan a las mayorías pocas oportunidades y a las minorías, grandes privilegios. En un País que permite que los consorcios transnacionales operar sin restricciones a sus utilidades, en que la clase política mantiene sus beneficios y en que los monopolios deciden los negocios, las mayorías miran este espectáculo sin tener opciones y siguen esperando oportunidades; su sufrimiento continúa clamando al cielo. 

Pero el País no ha explotado con esas desigualdades sociales, gracias a la sociedad civil, que, con sus proyectos, sus donativos y su solidaridad, logra contener cantidad de problemas que reflejan el rompimiento del tejido social. Y aunque falta mucho por hacer, es necesario de vez en cuando, cantarnos nuestras pequeñas victorias, como las familias que han adoptado a pequeños huérfanos, los llamados “padres de corazón”.  

En México, a diferencia de otros países tenemos una legislación que complica todo: abrir una empresa, construir una casa, registrar una marca, obtener un uso de suelo, hacer un trámite aduanal, obtener un pasaporte. Todo es complicado en un diseño de País que supone a veces con razón-, que todo lo hacemos mal los mexicanos y que aprovechamos cualquier oportunidad para sacar provecho y transar. Un trámite de éstos que el Estado mexicano ha complicado y de más, es la adopción. Si bien es cierto que debido a los abusos a la niñez la legislación ha debido endurecerse, también es cierto que las condiciones sociales han cambiado por las grandes diferencias entre los ricos y los pobres. Es una realidad que la niñez es el eslabón más débil junto la vejez para mostrar las fisuras del tejido social.

Necesitamos agilizar los procesos de adopción pues cada vez es mayor el desbalance entre miles de parejas que buscan adoptar en relación con los cientos de pequeños que buscan ser adoptados (en Guanajuato alrededor de 700). Las estadísticas de UNICEF y del DIF nacional muestran que el denominado “certificado de idoneidad” ya para adoptar o para “acoger” temporalmente a pequeños, es muy difícil de conseguir, pues es el certificado que permite que una pareja sea candidato a la adopción.

No dejo de sorprenderme al conocer tantas iniciativas de la sociedad que crean solidaridad. Por eso, hoy hago un reconocimiento a los miles de “padres de corazón”, que han adoptado a niñas, niños y adolescentes.  Aunque no hay números del acumulado de familias adoptantes en México y en Guanajuato, me animo a afirmar que, en ciudades como León, viven al menos 1,000 que han adoptado a pequeños. Falta reunirlas, comunicarlas y que ellas a su vez, den cuenta de su testimonio de vida para cambiar el futuro de los pequeños que hicieron sus hijos “de corazón”, no biológicos.

Tendremos a futuro un enorme trabajo los organismos de protección a la infancia para trabajar prioritariamente en las calles donde está ahora la desprotección de la infancia, donde son ellos inermes a la violencia, a la formación de pandillas, al narcomenudeo, y en general, a la desprotección de la que son presas. Requeriremos entonces todavía mejores leyes e incentivos fiscales para que las organizaciones civiles que dan su apoyo a la infancia, cuenten con los recursos para atender las condiciones de abandono y que la adopción, dejen de pasar por ese tortuoso y casi imposible camino. Nuestro Presidente AMLO desprecia y ataca a las organizaciones de la sociedad civil; le son incómodas, pues considera que es el Estado mexicano personificado en él, quien debe hacer el trabajo social en los grupos marginados. Nunca ha hablado de colaboración, de complementariedad. Considero que no alcanzaría de cualquier manera el gobierno para proteger y cambiar la vida a los 30,000 pequeños que en el País requieren adopción. Por eso, hoy, mi reconocimiento a “Padres de corazón”, grupo en León que conocí gracias a Janet y a Mary que reúne a muchas de las familias que al adoptar hace años, hoy prodiga hijos, nietos y bisnietos llenos de amor. 

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