Recientemente realicé un viaje con unos amigos y tuvimos oportunidad de platicar anécdotas y experiencias que disfrutamos ampliamente a la hora de la comida. Llamó mi atención la historia que comentó un amigo sobre su tío. Cuando uno de los integrantes del grupo se quejó de no dormir bien por unos ruidos que hacía el aire acondicionado, este amigo dijo: “Yo difícilmente me quejo de algo porque aprendí mucho de mi tío cuando viajábamos. Él hubiera dicho que al fin y al cabo no tenías calor porque gozabas de un clima artificial fresco y eso había que agradecerlo.”
Lo cierto es que casi nunca pensamos en lo que tenemos sino en lo que no tenemos, en lo que nos hace falta. Y es que tal vez nos chiqueamos demasiado y sentimos que todo lo merecemos y ya cualquier cosa nos perturba e impide que disfrutemos a plenitud de lo que tenemos.
Acostumbrados a tener agua de una regadera y elegir entre fría o caliente es algo que damos por garantizado, pero en realidad es un privilegio que mucha gente no tiene. ¡Vaya! En algunas comunidades ni agua tienen y hay que sacarla de un pozo o acarrearla. Ya no se apuran si está fría o caliente, tener agua es suficiente. El tío siempre decía ante las adversidades que podías estar peor y agradecía lo que recibía.
No se trata de ser conformista y resignarte con lo que tienes. No está mal querer superarte. Querer cosas mejores y mayor confort es normal. El chiste es valorar lo que tienes ahora y seas capaz de disfrutarlo sin hacer comparativos. Cuando algo falla y no hay remedio, es cuando hay que ser flexible y tolerante para no amargarse.
Hay personas muy exigentes que siempre buscan el punto negro en el arroz para quejarse, pero también me ha tocado conocer gente con gran capacidad de asombro que disfruta de todo y aprecian grandemente lo que les rodea. Dice un refrán: Valora lo que tienes antes que el tiempo te enseñe a valorar lo que tuviste.
A veces no disfrutamos el hoy por estar pensando en un mañana lleno de expectativas y sueños que esperamos se realicen. “Cuando yo tenga un buen puesto”, “cuando compre mi coche”, “cuando mis hijos crezcan” &, y así nos vamos quedando en la espera en vez de aprovechar lo que ahora tenemos. Es bueno tener metas y sueños, pero sin dejar de vivir a plenitud lo que se presenta a diario. La vida se nos puede ir pensando en el futuro, estamos aquí ahora y es lo que hay que vivir. Disfrutar lo cotidiano y sencillo como un buen café, el aroma de un pan, la puesta del sol, el primer saludo de la mañana, la primera sonrisa que ves, y así el día se va paladeando.
No se requiere tener mucho para disfrutar la vida, pero sí hay que querer disfrutarla mucho para ser feliz.
