La devolución de poco más de 2.4 millones de pesos al Club Campestre de León, producto del otorgamiento indebido de un beneficio fiscal para los predios agrícolas, no solo se debe de limitar a la posible sanción y reparación del daño para un exservidor público del Municipio, sino que debe despertar en muchos de nosotros, particularmente los que tienen una posición privilegiada en términos económicos, una reflexión sobre nuestra responsabilidad por el gobierno que tenemos a nivel federal.
A estas alturas, ya a nadie le queda duda que el Gobierno Federal es un enemigo del sector privado y de los empresarios en su mayoría. Casi todas las voces empresariales se han alzado para rechazar las decisiones que ha tomado el Gobierno Federal en materia económica y energética, las cuales, en efecto, significan un retroceso y producirán una economía menos abierta y competitiva, lo que sin duda propiciará monopolios, escasez de recursos, peores servicios públicos y privados y, por ende, mayor pobreza en el país.
Pero mientras esto sucede, los más pobres y que tienen poco que perder, siguen creyendo en lo que les ofrece López Obrador, esperanza o venganza. Esperanza porque con el asistencialismo y la información diaria tergiversada, falsa e incompleta, les hacen creer que el país va por buen camino y que pronto les llegará el tiempo de tener un mejor nivel de vida.
Venganza porque si no llegan esos mejores niveles de vida, por lo menos dejará en ellos un sentimiento de satisfacción al saber que a los que más tienen, los está golpeando y persiguiendo; pero no les dice que a la vez está destruyendo las fuentes de riqueza y empleo del país, lo que al final se traducirá en mayor pobreza y desigualdad.
Todos vemos que el presidente está capitalizando de forma perversa una situación social que se refleja en una enorme desigualdad y que ha sido tolerada por años, pero no todos hacen algo para combatirla sin salir de su zona de confort.
La desigualdad que hoy tenemos en México y que llevó a López Obrador a ser presidente, tiene varios responsables, entre los que destacan muchos empresarios, quienes han sido complacientes y hasta cómplices para mantener trabajadores con sueldos bajos y sin prestaciones, generando con ello el ingrediente perfecto para sembrar falsas esperanzas y ánimos de venganza.
Lo que sucedió con el Club Campestre representa lo que no podemos tolerar si es que queremos cambiar de Gobierno Federal, representa el poder económico tomando ventaja de su posición para engañar a la autoridad en posible contubernio con un exservidor público y con asesores legales sin ética ni escrúpulos.
Los pocos que defienden al Club Campestre dicen que el campo de golf es una zona ecológica para la ciudad y que esto se le debe reconocer en el impuesto predial. Si fuera zona ecológica para la ciudad entonces que se abra el campo para todos los ciudadanos y no solo para 800 socios; sin embargo, lo que preocupa no es que lo defiendan, sino que no vean que este tipo de acciones lo único que hacen es abrirle la puerta a Morena. Si no queremos a ese partido en León, ¡no hagamos cosas que les favorezcan!
El Club Campestre se debe distinguir por lo que le da a la ciudad y no por lo que le quita, que sobresalga por ser una institución con valores y principios que genera obras y acciones en beneficio de los que menos tienen. Ojalá y regresen el dinero que es de todos los leoneses, pues engañar a la autoridad, también es sancionable.
