¡Para llorar! Así de triste está la situación de las exportaciones mexicanas de cebolla, luego de que las autoridades sanitarias de Estados Unidos ordenaron frenar urgentemente su venta y distribución. ¿Y el gobierno de México? Comiendo tubérculos.

Resulta que el CDC lanzó en la semana una alerta por contagios de salmonela ¡en 37 estados! Y atribuye la propagación a cebollas procedentes de México, especialmente de Chihuahua. Y es tajante al advertir a la población que, de plano, las tire a la basura para evitar la propagación. De hecho, dos de los principales distribuidores en aquel país, lanzaron un “recall” a nivel nacional.

Obviamente esto ya provocó la inquietud de los productores mexicanos. Y no es para menos: de los 396 millones de dólares que ingresan al año por ventas de cebolla, 355 millones son de las exportaciones a Estados Unidos. El problema es que el gobierno mexicano no parece reaccionar ante el problema.

Apenas la Secretaría de Agricultura informó que el Senasica investigará la posible presencia de la salmonela en los cultivos mexicanos. Y ya. Ni la Secretaría de Economía o la de Salud se han dado por enteradas. Han de creer que la cebolla todo lo cura.

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No todos los mexicanos son huachicoleros y, sin embargo, se combate este delito. No todas las empresas son factureras, pero también se combate ese ilícito. Entonces, ¿por qué el Presidente tolera que en Guerrero se vendan niñas como si fueran mercancías?

Resulta desconcertante que en su gira por ese estado, Andrés Manuel López Obrador diga que no fue a atender ese terrible delito, porque “no es la regla”. Según su lógica, se trataría de hechos aislados. Sin embargo, aunque fuera cierto que no es generalizado, ¿acaso la vida de una sola niña no vale para que el gobierno federal tome cartas en el asunto?

Según organizaciones civiles, en Guerrero han sido vendidas no menos de 300 mil niñas. Hay testimonios de mujeres que fueron vendidas a cambio de dinero, ganado o hasta cerveza. Pero López Obrador tiene otros datos y cree que esas denuncias son “una campaña” de desinformación enajenante. Son los usos y costumbres presidenciales.

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Hay quienes han querido criticarla por su estilo de influencer, pero el hecho de que Mariana Rodríguez se haya cortado el cabello para acompañar a un niño enfermo de leucemia es sin duda un detalle significativo. Y no sólo para Nuevo León sino para todo un país en el que la clase gobernante tiene un serio déficit de empatía.

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