Al PAN que gobierna desde hace tres décadas le ha faltado algo: oposición. No sólo en las elecciones o en el Congreso; no sólo en los otros partidos, también en lo interno. 

En 1994 el PRI tuvo un repunte, cuando Ernesto Zedillo ganó la presidencia. Luego se desdibujó con la crisis del fin del sexenio de Salinas. Ignacio Vázquez Torres, quien perdió contra Vicente Fox la gubernatura, jamás volvió. Juan Ignacio Torres Landa acercó un poco a su partido pero no pudo contra Juan Carlos Romero Hicks en la elección del 2000. En un segundo intento dio más batalla contra Miguel Márquez. No fue suficiente. 

Fue en 2012 cuando el PRI tuvo un respiro con el triunfo de Bárbara Botello en León. La primera mujer en llegar a la alcaldía de la ciudad más grande no pudo crecer, pudo hacer la diferencia pero prefirió perderse en un mar de corrupción. Muchos priístas comentan que era la candidata ideal para competir por la gubernatura pero el Ayuntamiento que encabezó, generó la mayor deshonestidad que habíamos visto en 40 años. Esa historia queda por contarse en su justa dimensión. Quemada la oportunidad, Héctor López Santillana recuperó León. 

Sin crítica sustantiva dentro y fuera del partido, los panistas comenzaron a tener los mismos vicios que juraron acabar.Creció la corrupción a partir del gobierno de Juan Manuel Oliva. También el dispendio y la nula rendición de cuentas. Hoy nos quejamos de las obras elefante blanco de Morena en la federación, pero el PAN dilapidó miles y miles de millones en proyectos inútiles: un tren interurbano de fantasía; terrenos para una refinería que fue un timo de Felipe Calderón; una Expo Bicentenario inflada en precio y que aún nos cuesta año con año. Lo sorprendente fue que la sociedad civil, las organizaciones intermedias y los otros partidos jamás llamaron a cuentas a los gobernantes. 

La burocracia, el nepotismo y la información oculta prevalecieron en los dos sexenios anteriores. Incluso hoy reservan por 5 años información sin razón alguna. Las plagas del PRI crecieron en Acción Nacional: pago de trabajo partidista con puestos públicos, con o sin méritos profesionales para obtenerlos. Compadres cercanos que se enriquecieron a lo bestia frente a la mirada de todos. La endogamia política comienza a crear estragos morales en quienes hoy nos gobiernan. Los puestos son rotatorios y, ante la mirada sorprendida de ciudadanos, vemos que el común denominador de la justicia es la impunidad. Quienes abiertamente robaron están protegidos y los ineptos no son removidos de sus cargos con prontitud por razones de partido. 

En todos estos años vimos en el acuario de la política local a peces gordos -muy gordos- nadar por las aguas del presupuesto como si fuera su patrimonio personal. Nadie dijo nada, pocos decimos algo. Sin una oposición fuerte y lúcida; sin una sociedad civil enterada y comprometida; sin empresarios y profesionistas dispuestos a participar, el PAN navega sin temor en la política estatal. 

El ejemplo de la descomposición del partido llegó cuando un asesino confeso, pariente del máximo líder,  fue sentenciado a tres años de “trabajo social”. Como si fuera suficiente indemnizar a una viuda y a los huérfanos con algún beneficio económico. Son huellas del deterioro, imposibles de borrar. 

Para Guanajuato resulta indispensable que haya cambios profundos en el partido que nos gobierna y no se logrará mientras la oposición externa e interna no exista. 

Algo tenemos que hacer para elevar nuestra vida democrática.  

 

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