Hace 30 años el PAN llegó al gobierno del estado con Carlos Medina Plascencia. El entonces alcalde de León fue designado por priístas que obedecieron el mandato de Carlos Salinas de Gortari. En Guanajuato ganó la elección Ramón Aguirre Velázquez pero Vicente Fox se rebeló. Acusó fraude en las urnas (que no lo hubo como tal) y sacó a la gente a la calle a protestar. Funcionó.
Era el tiempo en que el presidente Salinas estaba enfrascado en la aprobación del TLC. Poco sería el problema para el todopoderoso mandatario el quitar de en medio a su “amigo” Aguirre, hacerlo renunciar y nombrar a un tercero que le diera rostro democrático a su sexenio.
Los guanajuatenses nos enteramos de nuestro destino a través de un artículo en el periódico financiero The Wall Street Journal porque habían conseguido la filtración de que “habría apertura” en nuestro estado. La decisión estaba tomada y sería punto de apoyo para Salinas y su TLC.
Mientras los priístas locales se desgarraban las vestiduras con protestas en el Congreso, Aguirre sabía que una decisión del “Águila” era imposible de refutar. Dobló la cabeza, renunció a su triunfo y fue compensado con la concesión de un banco. Premio de consolación que al tiempo se convertiría en una de las empresas más importantes del estado, pero como la gubernatura, no quedaría en sus manos.
Aunque Fox hubiera querido otra elección, quedó desarticulado su movimiento con la presencia del entonces alcalde de León. Así que tuvimos un gobernador panista designado por un presidente priísta que primero informó a un periódico neoyorquino su decisión en contra de la voluntad popular manifestada en el voto. El cambio de rumbo en la historia democrática de México comenzaba en León a través de fórmulas antidemocráticas, autoritarias y centralistas. Todo un enredo que dio inicio a la alternancia política impulsada por el infatigable líder leonés y su esposa Marta Sahagún.
Repaso en la memoria esos pequeños grandes días que cambiaron al estado. Carlos Medina se empeñó en promover nuevas leyes electorales para poner ejemplo nacional. Su trabajo dio fruto cuando en Guanajuato tuvimos las elecciones más limpias de la historia en 1995. El PAN consolidaba con Fox su dominio que no ha perdido desde entonces.
La gubernatura fue el escalón para la presidencia pero no la construcción institucional profunda que necesitaba nuestro país: el cambio prometido era pospuesto por la prioridad de “sacar al PRI de Los PInos”. En 2000 todo quedó pintado de azul pero en el intestino del partido se gestaba el renacimiento del gen de un PRI modificado. Eliseo Martínez Pérez, el candidato natural del partido fue desplazado por mañas y corrupción en la elección interna. Desde fuera llegó un “no panista” cuya filiación ideológica religiosa correspondía al gusto de una secta que asomaba su cara oscura detrás del poder.
Juan Carlos Romero Hicks, académico de vocación aceptó el reto y obtuvo la candidatura gracias a los trucos de Juan Manuel Oliva en una elección interna que desfiguró la vocación democrática de Acción Nacional. Acarreos y compra de votos fueron suficientes para marcar de nueva cuenta nuestro destino. Iniciaba una involución democrática en el partido, donde, a la usanza de los mejores tiempos del PRI, el dedazo de un líder máximo invisible (Elías Villegas Torres) decidía por todos quién, cómo y cuándo gobernaría Acción Nacional y Guanajuato. El Yunque se había comido al partido completo, y como en los mejores tiempos de la aplanadora priísta, comenzaba el reparto de puestos, canonjías y candidaturas. (Continuará)
