Israel Vallarta. Sí: Israel Vallarta otra vez. Él y su familia. A más de tres años de haber publicado Una novela criminal, quisiera no volver al tema, pero para ello se necesitaría que se hiciera justicia, algo que no ha ocurrido y no parece que vaya a ocurrir, en buena medida porque el actual gobierno, pese a la oratoria en su favor, a fin de cuentas se ha negado a intervenir en su proceso de manera correcta. Y también porque, pese a que numerosos periodistas y escritores hemos documentado minuciosamente el caso, muchos de sus actores se obstinan en torcer públicamente los hechos.
Si la llegada de Olga Sánchez Cordero a la secretaría de Gobernación y de Arturo Zaldívar a la presidencia de la Corte presuponían un renovado interés por Vallarta y su familia, pues fueron centrales para la liberación de Florence Cassez al acuñar la idea del efecto corruptor que alteró fatalmente todas las pruebas en su contra, la salida de la exministra y el próximo relevo en la Corte anuncian una nueva parálisis.
Las inexactas declaraciones de Adán Augusto López, quien demostró en una conferencia de prensa reciente su total desconocimiento del asunto, detonaron la aún más irresponsable posición de Carlos Loret de Mola, quien no dudó en escribir un tuit, “Se les cayó el teatrito”, y luego una columna con el incómodo título de “Se les cae el montaje contra mí”. No cabe duda de que el presidente López Obrador ha atacado una y otra vez al periodista con una desmesura impropia de cualquier demócrata, y desde entonces Loret abandonó cualquier intento de objetividad para convertirse en un cotidiano azote del régimen. Ninguna de las dos cosas justifica, sin embargo, que los engañosos dichos del nuevo secretario de Gobernación, adjudicándole a Israel un secuestro al margen de aquellos por los que fue torturado, lo beneficien en modo alguno.
Cualquiera que, en vez de solo vociferar, revise el expediente, se dará cuenta de que Israel está acusado de cinco secuestros, tres también adjudicados a Florence -Cristina Ríos, su hijo Christian y Ezequiel Elizalde-, más los de Valeria Cheja, que detonó la detención de ambos, y del empresario Shlomo Segal, una de las muchas víctimas que Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino sembraron con el objetivo de crear a los Zodiaco, una banda criminal que, como demostró Emmanuelle Steels, jamás existió. Los cinco secuestros se hallan entreverados e Israel y su familia padecieron salvajes torturas a causa de los cinco.
Israel lleva 16 años en prisión preventiva sin haber sido condenado. Si bien sus víctimas lo señalaron, sus testimonios fueron manipulados o ejercidos bajo la presión de la policía, a lo cual hay que añadir la soez manipulación de pruebas, invención de víctimas y testigos y la tortura a que fueron sometidas decenas de personas para justificar la voluntad de Calderón de mantener a Cassez en la cárcel. Por ello al final fue liberada y por ello Israel debería serlo asimismo.
Tras mucho meditar en torno a la transmisión de aquel 9 de diciembre de 2005 -y de entrevistar, luego de la aparición de mi libro, a otros de sus protagonistas- creo entrever que no hubo una gigantesca conspiración ese día entre la policía y las televisoras, sino algo más pedestre y más ruin: un acomodo de años, gracias al cual la prensa simplemente se hacía la desentendida frente a las manipulaciones de las autoridades. Una ceguera voluntaria para asegurar el raiting. Es probable que Loret -igual que sus colegas en TV Azteca- no viera el “teatrito” justo porque no quería verlo. Sus excusas, en este sentido, no serían justificables, pero sí comprensibles: no solo él, sino toda nuestra maquinaria de medios se resistía a mirar.
En cambio, no cabe duda de lo que Loret sí vio aquel día: la violación de derechos humanos que experimentaron tanto Israel como Florence al ser burdamente exhibidos y acusados frente a las cámaras. Y, peor aún, la tortura en vivo que padeció Israel a manos de Cárdenas Palomino y de la que tanto él como Televisa y TV Azteca son cómplices. De eso nadie ha pedido disculpas. Ese es el verdadero teatrito que no acaba por caer.
