500 mil muertos después, el presidente de México dedica tres páginas de su nuevo libro (A la mitad del camino, editado por Planeta) a la tragedia sanitaria más horrorosa que ha vivido el país en el último siglo. Lo hace bajo un subtítulo insultante, ofensivo: “Resistimos la COVID-19 y nos recuperamos”.
De esas tres páginas, en resumen, el Presidente dedica página y media a agradecer a quienes se resguardaron en sus domicilios, a quienes en familia cuidaron a los adultos mayores, a quienes “cerraron un negocio, pero no dejaron de pagar a sus trabajadores”, a los trabajadores de la salud que arriesgaron sus vidas.
La otra página y media está dedicada a afirmar que “es público y notorio” que su gobierno respondió a tiempo ante la epidemia, que hizo todo lo humanamente posible para “salvar vidas”, y que levantó “el sistema de salud pública que estaba en ruinas”.
Según el presidente López Obrador, desde que la pandemia comenzó: “Se logró que ningún enfermo se quedara sin una cama, equipo de respiración o personal de salud que lo atendiera [&] Me limito a decir que nuestro país no está colocado, ni en América ni en el resto del mundo, en los primeros lugares de mortalidad por COVID-19”.
No me explico, como lector, cómo una colección de éxitos le mereció al mandatario tan breve espacio. En todo caso, 90 mil muertos después, el presidente de México dedica ocho páginas de un libro de 327 a la mayor crisis de violencia que ha vivido el país y se ha recrudecido a lo largo de los últimos 30 meses.
Lo hace nuevamente bajo un subtítulo ofensivo, que explica su falta total de sensibilidad: “Paz y felicidad”. Como era previsible, en esta sección del libro se cuenta que “las bandas de ahora y los principales jefes vienen del periodo neoliberal o neoporfirista”.
Recuerda el presidente que alguna vez Enrique Peña Nieto le confió que la Marina había cumplido con la detención del Chapo Guzmán, pero que el Ejército no había logrado aprehender a Nemesio Oseguera Cervantes, jefe del Cártel Jalisco.
“Me quedé pensando que no debía ser esa nuestra estrategia principal [&] si no se atendía el origen del problema, pronto surgirían otros”, se lee en el volumen.
Sostiene el Presidente que no está militarizando al país: “No se ha ordenado a las fuerzas armadas que le hagan la guerra a nadie, no se les ha pedido que vigilen u opriman a la sociedad, que violen las leyes”. De hecho, López Obrador termina su libro reiterando su reconocimiento a las fuerzas armadas.
Con cuatro millones más de pobres durante los primeros tres años de su gobierno, dedica 33 páginas de su libro a relatar “la triste experiencia maderista”, las maldades de Justo Sierra y Francisco Bulnes, las traiciones de Tablada, Nervo, Gamboa, Peza, Díaz Mirón y Nervo, “la lección más entrañable y cercana a nuestra experiencia [&] en su similitud como proceso político para enfrentar a un régimen oligárquico”.
Con 15.6 millones de personas sin acceso a la salud, el presidente dedica 20 páginas a denostar a “la prensa conservadora”, EL UNIVERSAL y Reforma, a recontar las notas negativas que le han dedicado a él y a su movimiento, y a denostar el caso “lamentable” de “los intelectuales del antiguo régimen”, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, a quienes dedica 12 de esas páginas. Cuatro veces más que las dedicadas, por ejemplo, a la pandemia.
En el país hay prioridades, pues.
