El futuro de Guanajuato está en manos de Acción Nacional y puede estarlo durante muchos años más. La oposición tiene poca presencia y no hay una conciencia crítica en los ciudadanos como dice Porfirio Muñoz Ledo. Cargamos el lastre de la cultura priísta del “sí señor, lo que usted diga señor, a la hora que indique señor”.
Nos quejamos con justicia de que en el Gobierno federal el presidencialismo regresó recargado. El sexenio ha tocado un concierto a una sola voz que canta por las mañanas siempre la misma tonada. Pero en los estados y en Guanajuato en particular, las cosas no son muy distintas.
De ser un baluarte de la democracia, Acción Nacional se convirtió en un instrumento electoral. No tiene vida propia entre comicios, ni de sus filas surgen propuestas para mejorar. Sus legisladores “siguen línea”, y después de ser electos, su preocupación es volver al trampolín, al columpio para conseguir una nueva posición. Si revisamos el trabajo de la pasada legislatura, no observamos la creación de leyes para mejorar las políticas públicas.
Qué tal si trabajaran para hacer más fácil la vida del ciudadano con menos trámites, con apoyos a quienes deseen emprender, por ejemplo. Qué tal si abren las puertas a los jóvenes (en paridad de género) para que participen en jornadas políticas dentro del partido. Con tristeza escuchamos el desprecio a la política, hermoso ejercicio que, bien llevado, proporciona prosperidad y bienestar a los ciudadanos.
En una charla comentamos cuál sería el mejor camino para disminuir la pobreza y la desigualdad en Guanajuato. Si vemos los países que lo han logrado, se debe a buenas políticas públicas, antes que todo. Imperio de la ley, honestidad en la función pública, buena recaudación de impuestos; fomento al ahorro y la inversión; productividad y oportunidades. Apertura al mundo en el comercio y la cultura, además de un sólido sistema educativo.
Las organizaciones de la sociedad civil pueden ayudar pero nunca será igual que el poder de un gobierno con buenas políticas públicas. Ejemplos a nuestro alrededor tenemos muchos: el Seguro Social ayudó a prolongar la esperanza de vida en por lo menos 20 años. El Infonavit permitió construir vivienda y ayudó a que los trabajadores tuvieran patrimonio. Nuestras universidades públicas dieron movilidad social y fortalecieron la clase media tan criticada por López Obrador.
Si hemos avanzado en infraestructura y servicios, lo que más hiere hoy a la sociedad es la pérdida de la paz y la tranquilidad. La criminalidad degradó como nunca a nuestra sociedad. Los horrores que vemos en una semana, jamás los habíamos visto durante años hace una o dos generaciones. Con nostalgia recordamos la época en que un sólo homicidio era noticia y nadie desaparecía, menos escuchábamos de feminicidios salvo en temas de discordias pasionales.
El PAN debe convertirse de nuevo en el partido del cambio. Tiene que revivir, ser inclusivo, plural, solidario y subsidiario. Lo puede hacer si sus liderazgos se renuevan, si deja que sangre nueva llegue a nutrir su futuro. Los ideales de Acción Nacional hicieron que Guanajuato y México cambiaran sin odio ni violencia. El reclamo de hoy es luchar contra la corrupción que creció y lo consume desde dentro ya convertido en gobierno. Es el principio del verdadero cambio.
