El problema del PAN es que nunca quiso cambiar de cultura y más bien recurrió a los mismos métodos de su adversario, el PRI. Un ejemplo sencillo: en tiempos de Juan Carlos Romero Hicks, el gobierno recurre a los acarreos para llenar eventos. Cuando preguntamos al entonces gobernador dijo que había una diferencia: los del PRI eran acarreados y los de su partido “transportados”. 

Cuando el PRI era mayoritario usaba a los sindicatos y al corporativismo de gremios como los taxistas; lo mismo hizo el PAN al grado de crear sus propias agrupaciones. Pasaron los años y el partido se fue transformando en una agencia de colocaciones para puestos públicos. La competencia y el mérito profesional quedaron atrás. Lo peor: la corrupción y la impunidad comenzaron a invadir las instituciones como el muérdago a nuestros árboles. 

Las políticas públicas guiadas por los principios y valores de Acción Nacional sucumbían ante líderes ambiciosos de poder y dinero. Carlos Medina y Juan Carlos Romero Hicks no tuvieron la menor sospecha durante sus sexenios. Vicente Fox puso al priísta José Luis Romero Hicks en la Secretaría de Finanzas. Tres sexenios duró la probidad del PAN en el gobierno de Guanajuato. El buen ejemplo terminó cuando Juan Manuel Oliva rompió esa cultura. 

El clima de tolerancia e impunidad trascendió las paredes del Palacio de Gobierno. Si el gobernador operaba en la oscuridad en compañía de su señora y sus cercanos, por qué no actuarían igual los funcionarios de segundo y tercer nivel. Todo se descompuso. Desfigurado, el PAN comenzaba a perder la autoridad moral de sus impulsores iniciales. El poder vendría siempre de arriba hacia abajo, no de la militancia. Con el Yunque al frente, Elías Villegas (llamado Pedro), tendría la llave del reino azul. 

Podríamos escribir un libro con todas las historias de impunidad. Hay varias a la vista recientemente. Salamanca es uno de los municipios donde más encontramos (después de León en el trienio de Bárbara Botello). La Auditoría Superior del Congreso encontró desvíos o gastos sin comprobar por 183 millones en el periodo de 2015 a 2018. El responsable debe ser el Ayuntamiento y quien lo encabezaba, Antonio Arredondo. Todo quedó en veremos. 

En el siguiente trienio, de 2018 a 2021, la alcaldesa de Morena, Beatriz Hernández, ex panista, volvió a las andadas. Tal fue el desorden y corrupción en el Ayuntamiento que tuvo que correr al contralor para evitar rendición de cuentas. En Morena impidieron su intento de reelección. 

Una reflexión queda que puede helar la sangre: ¿qué tanto de la degradación social y la violencia en Guanajuato son fruto del abandono de los valores y principios del PAN? 

Recuerdo a Miguel Márquez Márquez echar la culpa a la Federación y a las policías municipales del incremento en los homicidios dolosos, en la violencia. Pero, ¿con qué ejemplo predicaba el gobernante cuando era público y conocido el desvío de fondos en los municipios y en su propio gobierno a través de compadres beneficiados? León, Irapuato y Salamanca fueron saqueados sin que el procurador cumpliera su trabajo de ser “abogado” de la ciudadanía. Nunca hubo defensa, nunca seguimiento de denuncias, nunca peces gordos ni flacos fueron llevados a la justicia. 

 

Guanajuato fue pionero en la democratización del país, hoy podría transformarse para bien. El joven gobernante Diego Sinhue Rodríguez, podría lograrlo si descubriera todo el bien que Guanajuato tendría con un partido de vanguardia con la honestidad como estandarte. (Continuará)

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