Gerardo Priego es un panista y empresario de Tabasco con aspiraciones. Quiere llegar a la presidencia del PAN nacional para transformarlo. Después de una larga charla con referencias a la historia del partido, Priego dice que el PAN perdió la oportunidad de extender la participación ciudadana en las últimas elecciones. Es que ha cambiado mucho.
En Guanajuato. ¿Qué pasó con el partido de hace 30 años? Por fin había llegado al poder con Carlos Medina. Vicente Fox refutó el triunfo de Ramón Aguirre, armó un escándalo ciudadano en la plaza de León. Carlos Salinas cedió y puso de gobernador a Medina. La enjundia de Fox lo llevó a la gubernatura y luego a la presidencia. La promesa era un cambio radical. Poco sucedió. Sobre todo en los temas de impunidad.
El PAN se puso en lugar del PRI. Los líderes sindicales como Elba Esther Gordillo de los maestros y Carlos Romero de los petroleros, mantuvieron y acrecentaron privilegios, prebendas y fortunas. Los gobernadores, sin el antiguo control presidencial, comenzaron a robar como nunca. La promesa de “meter a los peces gordos a la cárcel” fue pura simulación. Los hijos de Martha Sahagún se hicieron famosos cuando se supo de sus negocios ligados al poder. Costó mucha credibilidad al PAN.
Bajo la presión de los estados, la Federación comenzó a repartir parte de la renta petrolera, como si fuera la solución. Los gobernadores se convirtieron en virreyes, con dinero y sin rendición de cuentas. Al final del primer sexenio del presidente panista, vino una victoria de panzazo de Felipe Calderón.
A Guanajuato llegó el primer gobierno cleptocrático del PAN en 2006 con Juan Manuel Oliva, quien primero había robado la elección interna a Eliseo Martínez en 2000 para entregarla a Juan Carlos Romero Hicks. Sentado en el poder, el representante del Yunque facilitó la corrupción como no se había visto antes. Felipe Calderón debió estar enterado de todo y jamás movió un dedo. Ningún panista dijo algo. La impunidad en nuestro estado comenzaba a deformar al partido y sus principios. La participación ciudadana era cada día más insignificante y acomodaticia. Los círculos de poder no se renovaban y eran los mismos protagonistas quienes rotaban sillas y se disciplinaban ante la mano poderosa de Elías Villegas, (“Don Elías”, hasta hoy).
La descomposición fue inevitable. Podríamos nombrar un sinfín de negocios y crímenes impunes a la sombra del poder. Compras multimillonarias de terrenos inutilizados por ineptitud y moches; obras públicas infladas en las principales ciudades, particularmente en León durante el fugaz y fracasado paso del PRI. Las huellas de la corrupción están ahí, en el Parque Bicentenario; los terrenos de la empresa fantasma creada por Oliva y Héctor López llamada “Pastas Finas” no tienen fruto; o qué decir de los 100 millones de dólares que se tiraron en comprar un derecho de vía a través de un particular para un tren fantasma; tampoco hay explicación de los cientos de millones tirados en pueblos mágicos que nadie conoce.
Los negocios fueron evidentes en los principales municipios. Nadie dijo nada, aunque lo sabían todos dentro del Gobierno. Y cuando lo denunciamos públicamente, nada pasó. El PAN ya no es un partido que lucha por sus ideales, ahora es un negocio con algunos socios importantes administrado por una burocracia menor. (Continuará).
