Para ser el líder de la oposición, el papel de Ricardo Anaya en las redes sociales, era muy limitado. En presentaciones de menos de 10  minutos por semana, el candidato expuso durante algún tiempo los errores y las catástrofes del mandato de López Obrador. Lo veíamos en Youtube, Telegram y otras redes sociales muy enojado, como lo están la mitad de los mexicanos por el rumbo del país. 

Repetía un poco lo que todos sabemos: lo que AMLO prometió en campaña no se cumple, por el contrario, vamos en sentido opuesto. La economía decrece en lugar de avanzar; los militares no regresaron a los cuarteles; la salud pública ni siquiera es remedo de lo que era en 2018, menos puede parecerse a la que tienen los daneses. 

En contraste, y como ejemplo, las críticas de Diego Fernández de Cevallos en sus columnas y  apariciones en los medios son mucho más fuertes, agudas y divertidas que las del joven queretano. El veterano político usa un lenguaje variado, culto y contundente, adosado a una voz grave y de buen ritmo. Sabemos que Fernández de Cevallos no va a ser candidato y que ya no es momento para regresar. Tal vez por eso sólo Diego se atreve a tratar al Presidente con el mote de “Tartufo”, sólo él suelta una cadena imparable de calificativos y epítetos en contra del gobernante. 

Pero todo puede cambiar. 

En el último mensaje de Anaya lo más notable fue el  final, donde sonríe como nunca antes. Todos sabemos que se va de México porque tiene el temor – bien fundado- de que lo puedan procesar por acusaciones falsas de Emilio Lozoya. O de cualquier otro. Sabemos que, hasta hoy, es el candidato mejor ubicado de la oposición a pesar de sus pobres apariciones. Parte de su fuerza deriva de los desatinos y contradicciones de la llamada 4T y de haber sido candidato en 2018. 

Ahora su sonrisa proviene de saber que desde Palacio cometieron un error garrafal: hacerlo víctima de una persecución. El mismo que cometió Vicente Fox con López Obrador, cuando lo quiso desaforar, lo repite hoy el Presidente. De un plumazo lo coloca en la posición de líder. No sabemos si las encuestas del Gobierno ubican a Anaya por encima de la candidata de López Obrador, Claudia Sheinbaum. Es probable. Desde el poder parecería sencillo quitarle derechos a Anaya para sacarlo de la contienda. No lo es. Además recuerda lo que hace el dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, quien para ahorrarse adversarios en la elección los mete a la cárcel. En México sería una locura.

Curioso que la presencia del panista ahora tendrá nuevo brillo desde un lugar en el extranjero. En su mensaje, Anaya dice que pronto regresará. Presuntamente arreglará el tema legal (algún amparo) para volver al país. Sería un error perder el tiempo. Ya que le dieron ventaja con un ataque sin aparente fundamento, debería mantener presencia permanente en medios y redes. Lo mismo que hace su odiado contrincante desde las mañaneras con una tenacidad admirable. 

Llega el tiempo de que los aspirantes de la oposición salgan al ruedo político con propuestas concretas para el futuro después del 2024. Quien lo hace con bastante éxito es Enrique de La Madrid. Jamás lo vemos enojado ni se confronta con López Obrador o Morena. Simplemente da su visión para el futuro de México que, por cierto, es parecida a la de Anaya. De la Madrid y Anaya son los dos políticos que expresan abiertamente su deseo de ser candidatos de la oposición en 2024. Vamos a velocidad “warp” hacia esa fecha. 

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