El tío Jorge Hernández Ornelas era un personaje que resumía con su presencia la alegría de vivir, los excesos de la risa contagiosa y la bonhomía que caracteriza a toda su familia.

Comentaban que era tan simpático que un día en una carretera de Washington lo detuvieron porque iba a 100 millas por hora. Después de escucharlo, el sheriff no tuvo más remedio que desternillarse de risa por las fantásticas historias que le sirvieron de pretexto para ir a exceso de velocidad.

Era diplomático en Estados Unidos, representante de Nacional Financiera como lo fue en España agregado cultural, hasta hace días, su hijo Jorge F. Hernández. También era hermano del doctor Santiago Hernández Ornelas y de Toño, político carismático que gobernó por un tiempo León.

Recuerdo al tío Jorge en alguna boda familiar. Apenas comenzaba la fiesta, los sobrinos lo rodeamos para escuchar sus cuentos, chistes de subido color y anécdotas de personajes conocidos. Narrativas que duraban por horas. Imposible olvidar su risa de catarata, de esas que es imposible no replicar.

Al primo Jorge F.  lo conocíamos con el sobrenombre de Fisho (Fabricio), tal vez porque había sido educado en el extranjero o porque así le decían en su casa. Al paso del tiempo Jorge se convirtió en el intelectual de la familia. Escritor cercano a los grandes como Octavio Paz o Carlos Fuentes. Destacado por su facilidad narrativa. Mucho por ser un lector empedernido y un tanto más por herencia.

Dicen que los guanajuatenses podríamos perder la primogenitura, no por un plato de lentejas, sino por el deseo incontrolable de jugar una broma política o criticar la estupidez ajena. Justo lo que sucedió cuando Jorge escribió un artículo de antonomasia criticando al funcionario de la 4T Marx Arriaga, quien dijo que leer por placer era consumismo capitalista.

No lo mencionó por su nombre pero todos supimos de quién se trataba. Marx, marcado por su nombre desde el bautizo, criticó la lectura por placer, o por el “placer de ser” como pregonaba en el pasado  la publicidad de algún producto adictivo.

A Fisho lo echaron de Relaciones Exteriores de su cargo como agregado cultural en España bajo pretexto de haber insultado a la embajadora. Absurdo porque Fisho le podrá jugar una broma hasta a su jefa pero jamás le faltaría al respeto. Después del despido tuvo el buen humor de decir que estaba feliz de ser libre para leer libros, por puro placer.

El despido fue un acontecimiento cultural en sí mismo. La opinión pública de los comentaristas, editorialistas y cartonistas se volcó en favor del intelectual, conocido y reconocido por sus columnas en Milenio y sus ensayos en revistas de difusión cultural.

Nuestro culto y agudo pariente, ahora debe estar que se muere de risa porque en su lugar pusieron a Brenda Lozano, una chica que había -¡o terror!- criticado a López Obrador en las redes. El resultado del nuevo desatino fue la renuncia de Enrique Márquez, director de diplomacia cultural en la Secretaría de Relaciones Exteriores, el mismo que había calumniado a Fisho a pretexto de haber sido misógino con la embajadora.

Para la embajada en España, esa tierra tan vituperada por nuestro Gobierno desde que llegó la 4T, la ausencia de Fisho será una pérdida cultural y ambiental. Sin duda alguna también irá en menoscabo del buen humor, la alegría y la cultura bien plantada de un descendiente de guanajuatenses felices, adictos a la lectura y los libros, como lo fuera el tío Santiago (Q.E.P.D), exrector de la Universidad de Guanajuato y médico de cuerpos y almas.

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