Lo que podemos temer es que sea la misma película la que veamos con la tercera ola de Covid. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, lo explica con claridad. Dijo que había estado con dos de sus hijas viendo una película y empezó a platicarles lo que sucedería en cada escena. Sorprendida, una de ellas le dijo: “Papá, eso es sorprendente, ¿cómo sabías lo que iba a suceder?”

Después de guardar silencio por unos minutos les dijo: “Es que ya había visto la película”, no es que sea mago. Luego se dirige a su audiencia en una conferencia de prensa y dice: ya hemos visto la película del Covid. Luego ejemplifica cómo sus colaboradores también habían visto lo que sucedió con la pandemia. Varios de ellos enfermaron. “Los neoyorquinos vieron la película, todos hemos visto lo que sucede”, insistió. 

Aunque todos vimos el estreno en Nueva York a principios del año pasado por todos los medios, luego vivimos la trama en México. Hospitales colapsados, infecciones en lugares públicos y pavor en todas partes. En la CDMX comenzó con la autorización de un festival musical llamado Vive Latino donde miles se infectaron, incluso conocidos de la familia murieron por la imprudencia de asistir. 

Luego pudimos corroborar que las segundas partes no son mejores. Cuando el Gobierno estimaba que la curva “estaba domada”, vino el Buen Fin y brincó la cuerda para sólo tomar más vuelo en diciembre. El pico llegó en enero. Faltaron camas, faltó equipo y la gente lloraba la enfermedad de sus familiares porque no tenían oxígeno para mantenerlos con vida. 

No imaginamos una nueva versión del mismo tema pero una mutación llamada Delta nos hace ver que la tercera película podría ser peor si no hubiese vacunación de adultos mayores. El problema es que las nuevas mutaciones, como si tuvieran inteligencia propia, atacan ahora a los jóvenes, quienes en su gran mayoría aún no están vacunados. 

Cuomo, el gobernante que se distinguió por su liderazgo al principio de la pandemia, sugiere que los restaurantes y bares; las empresas privadas y las oficinas públicas exijan a sus clientes y empleados la vacuna. “¿Cómo voy a ir a un restaurante donde mi vecino puede no estar vacunado? Es mi derecho saberlo”. Cierto. Una persona asintomática puede infectar en un bar o en una oficina a docenas más. Mientras en México discutimos si debe ser obligatoria la vacuna para quienes trabajan o consumen en comunidad, los gobernantes responsables de otros países disponen normas para restringir la presencia de quienes no estén vacunados por cualquier razón. 

Al inicio de la primera película vimos errores garrafales en las políticas de salud pública. Hugo Lopez Gatell negó la utilidad del cubrebocas durante meses, cuando hoy sabemos que es nuestra primera línea de defensa. Al principio pensábamos que el virus se contagia por contacto y tuvimos tapetes desinfectantes, botellas de gel y toallas húmedas que no sirvieron de mucho. Hoy sabemos que la infección viene por pequeñas partículas en aerosol que esparcimos cuando tosemos o hasta cuando respiramos. Sabemos que los lugares cerrados son de mayor riesgo, y tristemente  aprendemos que los jóvenes y los niños no son inmunes. Lo importante es que podemos ser buenos actores en esta tercera, Hay que vacunarse, usar cubrebocas y no acercarnos a quienes no estén vacunados. Así de simple. 

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