Nos persiguen a los mexicanos los entramados de los tiempos idos. Culturalmente, nuestros mexicas no pelearon contra el invasor, pues su cosmogonía fatalista les hacía rendirse ante la adversidad, basados en las profecías del pasado, pues sus ancestros les habían advertido de la llegada de hombres blancos que les vencerían, a pesar de que el sueño en la búsqueda de Aztlán les había llevado a migrar hacia esa tierra prometida hacia el centro del altiplano con la que soñaron miles.
¿Por qué somos así los mexicanos? ¿Por qué siempre queremos mirar al pasado? Es la “visión de los vencidos” de Garibay mirando el “laberinto de la soledad” de Paz, construyendo fatalmente esa “psicología de nuestra auto destructividad” descrita por González Pineda, donde explican nuestra actitud de inferioridad, de flojera, de fatalismo, de derrota, por mirar siempre al pasado con el miedo de enfrentar el futuro y que, al mismo tiempo, provoca ese conformismo que nos provoca confort e incluso hasta felicidad.
Millones de compatriotas migraron en busca del sueño americano al imaginarse en el país del norte, ese mismo porvenir que construyeron la generación de los pioneros europeos tras el invento de la “fiebre del oro” y colonizar así nuestros territorios de California que por tres siglos no quisimos poblar nosotros. Es esa historia que hizo que, desde fuera, otras culturas nos vieran propicios a formar el Segundo Imperio e invadirnos e invadirnos y hacernos la guerra sabiendo que siempre que estuvimos divididos éramos una buena presa.
AMLO es un fiel reflejo de cómo somos los mexicanos. A su entender, los españoles deben pedirnos perdón por la conquista; debemos recuperar el Penacho de Moctezuma, los empresarios siempre son ladrones, nuestros males tienen su origen en los malos gobernantes del pasado, todo en una reivindicación idílica que, de obtenerla, debería con eso hacernos recuperar un trocito de dignidad en nuestra frente. Pero es el fantasma de ese pasado el que tiene el presidente AMLO para regresar siempre al canijo ayer y distraernos del enorme desafío del mañana. Fomenta en millones de seguidores que ven en él al gran Tlatoani que les promete llevar a la cárcel hasta a los fantasmas culpables de nuestros males.
Culturalmente, las civilizaciones más prósperas siempre imaginaron el futuro y no voltearon al pasado sino solo para inspirarse en los mejores ejemplos. Si recordaron a Leónidas fue para librar más batallas en las Termópilas o inspirarse en el Che en su afán de construir un “hombre nuevo”. Es cierto que otras civilizaciones nos invadieron, pero insistir en eso, no soluciona el problema. Volver al trauma de 1848 cuando perdimos en una guerra la mitad del territorio, no resuelve la recesión. Querer hacer escarnio de Iturbide y de López de Santa Ana, pero eso tampoco abastece de medicinas a los hospitales públicos. Eso es historia, es el pasado, es lo que sucedió y nacimos nosotros para superarlo.
El PRI monolítico en 71 años formó esa cultura nacionalista que puso a unos como buenos y a otros como malos. Aquellos, somos nosotros, el pueblo bueno mexicano y éstos, los gringos, los españoles, los franceses, los chinos, son los malos. Es cierto que una generación luchamos como pudimos contra el fascismo de Díaz Ordaz y contra el populismo represor de Echeverría; nos indignamos con el saqueo que hizo López Portillo; presenciamos el tránsito indiferente de De La Madrid hacia las mayorías y la entrega de nuestro patrimonio que hizo Salinas a lo privado; supimos de la reconstrucción financiera de Zedillo y la gran decepción de la transición frívola que fue Fox, para presenciar la guerra de Calderón y la corrupción de Peña Nieto. Sí, pero meterlos a la cárcel no resolvería el problema.
Será solo el trabajo de varias generaciones el que nos saque adelante de la enorme crisis en la que estamos metidos. Será con líderes honestos, solidarios, sí, pero visionarios. Generosos, emprendedores, nacidos de la cultura del esfuerzo que a diario nos lancen al futuro. Voltear al pasado e insistir en que son las calamidades, el destino, otras culturas, las culpables de nuestras desgracias, es seguir fomentando esa actitud de derrota en la que hemos formado a generaciones de mexicanos pusilánimes. Insistir como lo hace nuestro presidente AMLO, en culpar al pasado y a sus adversarios y a los “fifís”, reforzará más en el imaginario del pueblo, la maldición de los fantasmas del pasado.
*Consejero local del INE
