A los gobernantes no debemos ofrecerles disculpas; sólo cuentas y resultados.
La policía del pensamiento me cayó y quiso que callara. Todo porque en una columna de noviembre propuse que en las próximas elecciones el Partido Acción Nacional debería postular de candidato a Luis Ernesto Ayala, ex alcalde de León, quien goza de la mayor popularidad entre los ciudadanos. Su experiencia le daba la competencia y la “idoneidad” para frenar la ola de criminalidad creciente.
Luego puse el ejemplo de Celaya, que se ha convertido en un verdadero infierno para autoridades y ciudadanos. Durante los últimos años la ciudad ha sufrido una escalada imparable de extorsiones, crímenes y asesinatos. El municipio está destrozado. La actual alcaldesa, Elvira Paniagua, nunca tuvo la experiencia ni la competencia para hacer frente al problema. Su ausencia fue notable cuando asesinaron a estudiantes, a empleadas de tortillerías o cuando la guerra entre carteles descompuso todo. Lo peor es que nunca contó con el apoyo decidido del Estado.
A mediados de trienio se hablaba de que la cambiarían para evitar una catástrofe electoral en la elección que vendría este año. Lo pensaron dos veces y lo que al final hizo su partido fue impedir su campaña por la reelección. El PAN consiguió la participación de un veterano ex alcalde priísta, Javier Mendoza, con lo que da mayor esperanza y certeza de que habrá un cambio. Los hechos corroboran lo que escribí.
Después de la publicación de la columna, cuál fue mi sorpresa cuando llamaron del periódico con la noticia de que había una notificación legal donde se me acusaba de “violencia política de género”. Había sugerido que en León y en Irapuato era preferible enviar a candidatos con experiencia en el mando policiaco como Luis Ernesto Ayala, que repetir el error de Celaya. La notificación pedía que retirara la columna del sitio en Internet. Que “bajara” pues mi Perspectiva.
Primero sentí un gran enojo, una profunda molestia. ¿Por qué me censuraban si lo que sugería, como ciudadano y como leonés era en beneficio de nuestra comunidad? La actual candidata, Alejandra Gutiérrez, tiene magníficas credenciales como funcionaria pública y diputada, pero sentí la libertad de expresar mi opinión, no porque fuera mujer sino porque podría suceder algo semejante al sufrimiento inenarrable de Celaya. Pensaba, y sigo pensando, que Luis Ernesto Ayala era la mejor opción de Acción Nacional.
Puedo estar equivocado y ojalá lo esté porque nuestras ciudades y Guanajuato no merecen tener 9,500 homicidios en los dos años y medio que lleva el sexenio. Lo que nunca permitiré es que llegue un Tribunal Electoral a decirme qué debo escribir y qué no. Jamás hice un juicio discriminatorio por género, sino por experiencia y competencia. El candidato “idóneo”, era el tema.
El Tribunal consideró que debo pedir disculpas a Elvira Paniagua por decir lo que dije porque es mujer. Si hubiera mencionado la incompetencia de los encargados de seguridad y justicia en Guanajuato, el fiscal Carlos Zamarripa y el secretario de Seguridad, Alvar Cabeza de Vaca, ni se hubieran inmutado. Debí incluirlos junto con el mismo gobernador Diego Sinhue Rodríguez, como corresponsables de la tragedia de Celaya y de Guanajuato.
Si los policías de mi pensamiento juzgan que un ciudadano no puede criticar ni mencionar la incompetencia de las mujeres gobernantes, flaco favor le hacen a su condición. Elvira pudo, de inmediato, recurrir al derecho de réplica, pudo expresar su desacuerdo con mis ideas, pero jamás tratar de censurarlas. ¿Cómo construir una democracia con igualdad de género cuando a una mujer no se le puede criticar por incompetente, por esconderse de la terrible realidad?
Si nos fijamos bien, al tratar de protegerla a ella o a cualquier otra representante popular del escrutinio público por su condición de mujer, las disminuyen. Las discriminan.
En noviembre, el Instituto Estatal Electoral envió fojas y más fojas esculcando todas las frases, todas las ideas de mi columna. Pidió que la destruyera, que la mandara al cementerio de las ideas porque era “violencia política de género”. Para no hacer una tormenta en un vaso de agua, pedí que quitaran la columna de Internet y envíe un mensaje al Instituto Electoral, diciendo que mi intención nunca fue denostar a la mujer, sino pedir que fuera, el más capaz, nuestro próximo alcalde.
No fue suficiente. Elvira Paniagua, ya sin candidatura a la reelección por Celaya, pidió sancionar. En realidad no sé si fue la propia Elvira o las y los magistrados electorales quienes quieren dar una lección de equidad de género. El jueves pasado, día de descanso en la mayoría de las oficinas públicas, me juzgaron y sentenciaron sumariamente. “Tiene que pedir una disculpa”.
Con gusto pido una disculpa a cualquier ciudadana que se sienta ofendida por mis ideas, pero en el caso de una o un funcionario público jamás lo haré. Hemos luchado mucho por la libertad de expresión, esa que incluye a todas las ideas, desde las más sensatas hasta las más aberrantes o repulsivas. Porque si convertimos al Tribunal Electoral en Tribunal Inquisitorial, chocamos de frente con la Constitución, que garantiza la absoluta libertad de expresión.
Si los jueces vieran los horrores que pasan a las mujeres en Celaya y en todo Guanajuato debido a la falta de buen gobierno; si salieran de su ensimismamiento y sintieran de cerca la tragedia que vive nuestro estado por la inseguridad, pensarían dos veces dedicar el tiempo a censurar, porque esa es la verdadera violencia contra la libertad de pensamiento. (Continuará)
