Nuestro Presidente de la República prometió por años que no habría “gasolinazos” en el País. Si entendemos por “gasolinazo” un incremento abrupto del precio del combustible, éstos han continuado ininterrumpidamente en el País; ya con el PRI, ya con el PAN, ya con Morena; tanto en lo que el Presidente llama el período neoliberal, como en el período neo-keynesiano. Aunque diga AMLO que son “deslizamientos” o “ajuste”, son, al final, “gasolinazos”.
Sabemos que los precios de la gasolina dependen básicamente de tres factores: el precio Internacional del petróleo, el costo de producción de la gasolina y la escasez o abundancia del energético en el mercado; esto quiere decir que los factores exógenos o externos a la economía del País, son los que determinan el precio. En lo interno, podemos decir que depende de la política de subsidios, de la elasticidad al precio que tengamos los consumidores y del nivel de competencia entre quienes ofrecen el producto.
Lo que es cierto es que el Presidente no puede modificar la realidad (aunque tiene un enorme poder de convencimiento de su realidad) y, por tanto, si no quiere pasar a la historia como otro más de los presidentes -en la larga cadena de “gasolinazos”-, tendrá que seguir inyectando recursos públicos (de por sí bastante escasos) para subsidiar por medio del IEPS (impuesto especial a productos y servicios) a los distribuidores. El problema es que no tiene ya recursos; usó ya los fondos de estabilización del petróleo y de paridad cambiaria, los precios del petróleo están subiendo en el mundo, tenemos recesión económica provocada por el Gobierno federal desde el 2019, han caído los ingresos para el gobierno por la pandemia y la actual estrategia del Presidente de contener el gasto público, hacen una mezcla que hace insostenible el precio actual de las gasolinas.
Seguramente nuestro Presidente, culpará a la especulación de los concesionarios gasolineros, a las herencias del pasado, a los precios internacionales del combustible y a cuanta “mafia de poder” se le pueda ocurrir. Lo que sabemos con certeza, es que la capacidad de refinación de nuestro País en las refinerías es de menos del 40% (aunque sería más económico rehabilitar las refinerías que construir una nueva como la de Dos Bocas). En el corto plazo, el Presidente tendrá que inyectar recursos y subsidiar a los privilegiados que tenemos vehículo. Considerando el efecto inflacionario de la gasolina que puede explicar hasta el 10-15% del índice de precios al consumidor.
No es difícil visualizar que la inflación durante lo que resta del año se disparará a pesar de la disminución generalizada de la demanda de bienes y servicios, es decir, la inflación parece que crece sostenidamente en tanto que las tasas de interés tienden a bajar en el mundo por la disponibilidad de capitales dispuestos a invertir todo. Todo presenta un escenario poco propicio para nuestro querido México en un contexto de enorme dependencia de las energías convencionales y lejanos a otras fuentes alternas.
Las políticas de subsidios distorsionan el mercado, pero en un esquema de ser popular y mantener las promesas de campaña, sin indispensables. El Presidente tiene obsesión (dicho por él) por pasar a la historia como un buen Presidente y esto, entre otras cosas, se logra con programas sociales, sin incremento a los impuestos, distrayendo la atención a los problemas esenciales y echando la culpa a otros.
Son muchos los resultados positivos de nuestro Presidente hacia los más pobres, pero su discurso de odio y la negación de la realidad, dando datos que son irreales, muestran su negación a reconocer errores. Ojalá que me equivocara, pero el precio de los energéticos es un reflejo del mercado y contra la “mano invisible” no se puede actuar. Deseo que el gobierno federal, pueda reactivar la economía, que hasta ahora se recupera gracias a los trabajadores y a los empresarios. Ojalá que el Presidente pase a partir de realidades, a convocar a todos a la reactivación económica.
*Consejero local del INE.
