En Cuba las cosas van a cambiar porque ya no tienen hacia dónde voltear. En sus primeros años la isla vivió del apoyo de la Unión Soviética, hasta que en 1990 cayó el muro. Vino un “período especial” de vacas flacas y la apertura obligada al turismo internacional.
Fidel Castro supo que sin divisas la dañada economía no podría subsistir. Fue entonces que los españoles y canadienses llegaron a Varadero y a la Habana a sembrar hoteles. Luego vino Hugo Chávez con el regalo del petróleo que impidió el hundimiento total. Cuba produce poco y el embargo comercial de Estados Unidos le impide siquiera vender puros o ron al mercado más grande del mundo.
Barack Obama tuvo la intuición correcta de que la mejor forma de cambiar el sistema totalitario comunista sería abriendo relaciones y mercados. Entonces surgió una luz de esperanza cuando visitó Cuba, saludó a Raúl Castro y estableció una embajada. Para los cubano-norteamericanos fue una traición. No entendieron razones y apoyaron a Donald Trump en la elección del 2016. En correspondencia a ese voto, el Presidente volvió a apretar tuercas y restableció el embargo.
Lo que no pudo hacer Trump lo logró el Covid. Las dos principales fuentes de ingresos en dólares para Cuba son las remesas de familiares en Florida y el turismo. Sin una economía de mercado, sin fuentes de producción moderna y con déficits en la agricultura y muchas industrias, el régimen castrista está contra la pared. Venezuela ya no puede ni con su alma para poder ayudar. ¿Qué harán?
Tienen que abrirse y cambiar, sí o sí. No tienen de otra. Los anuncios de la unificación monetaria, donde eliminarán la moneda especial equivalente a un dólar, traerá un ajuste más a la economía. El peso cubano, ahora sobrevaluado en 24 por un dólar, sufrirá una devaluación inmediata. Aunque prometen aumentar los salarios, las empresas estatales (casi no hay de otras) tendrán que incrementar los precios.
En seis décadas quedó demostrado que el igualitarismo comunista, la economía centralizada y la falta de libertades tuvieron un rotundo fracaso. Lo más probable es que la nueva generación después de los Castro regrese a los mercados. Anuncian apertura al capital extranjero en inversiones mayoritarias. Quieren dólares de donde vengan o podrían perder el control político por hambre. El Covid apretó tanto la economía que para adquirir productos en las tiendas que sólo aceptan dólares, hay colas de 300 metros.
Otro cambio con el que no puede el Gobierno son las redes sociales. La libertad de expresión ya no depende del periódico Granma o de la radio y la televisión oficial (no hay de otra). Facebook, por ejemplo, empodera a la disidencia, abre canales que nunca tuvieron y son casi imposibles de censurar.
Uno más es el ejemplo de la prosperidad de sus antiguos aliados como Vietnam y China. Mientras los asiáticos siguen con la bandera del “comunismo”, sus economías avanzan imparables. El capitalismo de mercado muestra la potencia de prosperidad para aquellos que quieren un cambio para mejorar. Miguel Díaz-Canel, heredero de los Castro, espera con ansia la llegada de Joe Biden, quien seguro volverá a la política de distensión de Obama. Será entonces cuando el politburó cubano abra las puertas de par en par a la inversión y el emprendimiento. El igualitarismo comunista fracasó.
