Después de ver nueve episodios de la serie “The Vow” (el juramento) de HBO, pensé que había un extraño parecido de las sectas con lo que dijo el presidente López Obrador. En varias ocasiones nuestro mandatario abre dos campos, el de la llamada 4T y todos los demás. Esos “otros” son para el Presidente, los conservadores, los neoliberales y los corruptos del pasado. Son todo aquél que no tiene lealtad ciega a su proyecto obsoleto de una izquierda nacionalista.

En todas las sectas hay dogmas, “verdades” indubitables que deben creer y seguir sus miembros, sus seguidores. Fe ciega, obediencia ciega o lealtad ciega. Pedir eso a una secta o un credo religioso puede tener sentido porque los dogmas unen a grupos dominados por un líder carismático. Cuando pasamos al gobierno de una república, da horror.

La democracia moderna sólo puede entenderse dentro de la pluralidad de ideas y la secularidad política de los ciudadanos. Cuando una sola idea domina, el resultado siempre resulta trágico. Los ejemplos abundan en el pasado reciente y viven aún en países como Cuba, Corea del Norte y Venezuela.

La tragedia del credo comunista, basado en la sola idea del Marxismo-Leninismo produjo muerte de millones de inocentes bajo la tutela de José Stalin; la doctrina del Nacionalsocialismo hundió a Alemania en la barbarie con la idea de exterminar al pueblo judío; en Camboya Pol Pot mató a 2 millones de hombres, mujeres y niños; en China Mao Tse Tung envió a la muerte a millones con una “Revolución Cultural” infame. Los gobiernos de una sola idea crean esclavitud, miseria y muerte.

¿Qué tanto de la “lealtad ciega a la 4T” es una figura retórica de López Obrador o la aspiración de imponer una ideología absoluta a los mexicanos? No lo sabemos, pero debemos estar alerta. La 4T es el Lopezobradorismo. Resulta imposible encuadrar ese pensamiento político dentro de las corrientes actuales. Lo cierto es que en México el espíritu democrático no podrá ser doblegado por Morena, ni por un pensamiento unidimensional. La resistencia sería fenomenal. De hecho se manifiesta ya en muchos grupos de oposición que surgen ante la división artificial creada entre “ellos y nosotros”, dos bandos inexistentes en el país porque México es múltiple.

La elección en Estados Unidos es una salvaguarda. Si vence Joe Biden, el mundo estará de plácemes porque uno de los logros mayores de la globalización, además del libre comercio, es la expansión de las libertades políticas y la aspiración de vivir sin gobiernos que buscan el conflicto y la división como instrumento de poder. Trump el presidente beligerante, ignorante, corrosivo y nacionalista causó atraso y confusión. Al final un fenómeno natural como el Covid, dio cuenta de su incompetencia porque su escudo siempre fue la mentira y la negación de la realidad científica.

Con los demócratas volverá la razón y la reinserción del país más poderoso del mundo a la búsqueda de la paz; regresarán los norteamericanos a la lucha común y universal de salvar el planeta del cambio climático y recuperarán la dignidad a la Casa Blanca. Terminarán los tiempos del racismo escondido en el lema de “America First” y prevalecerá un nuevo proyecto de tolerancia y modernidad.

Los vasos comunicantes de la política internacional serán un freno a cualquier intento autocrático en nuestra amada patria. Queremos ser parte del mundo y no ser esclavos de creencias impuestas, de lealtades ciegas. Nadie puede imaginar una soberanía artificial basada en los recursos naturales y en los valores lejanos de los pueblos originales.  Queremos ser un país entrelazado con el mundo, moderno, abierto a la ciencia y a las ideas de nuestro siglo. Queremos ser parte de Occidente y lo mejor de su cultura. Nadie nos podrá encerrar en una sola idea. Nadie.

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