Los juglares o malabaristas sorprenden y entretienen desde la época del Antiguo Egipto con su habilidad para elevar pelotas al aire una detrás de otra. Magia que aún permanece en nuestras calles. Personas espontáneas elevan pinos de boliche, pelotas y hasta piedras para obtener una moneda. ¿Cuántas pelotas puede mantener en el aire un malabarista?
Parece que el secreto está en mirar al punto más alto del lanzamiento y coordinar brazos y manos. La velocidad es indispensable. El récord de los mejores malabaristas es de 14 pelotas en el aire. Algo semejante pasa en la administración. Todos los expertos ponen un límite al número de personas o proyectos que pueden depender de un jefe o un gerente. El número clave va de 6 a 9. Lo llaman “tramo de control”.
Cuando el gerente o el líder quiere convertirse en malabarista, resulta predecible el resultado: las bolas se caerán al suelo, los dineros se diluyen por falta de control en cualquier organización, ya sea una empresa o un gobierno.
Cuatro “pelotas” calientes tiene ya el Presidente: la seguridad, la economía, la salud y la educación. Hay otras muchas en el aire: Pemex, la CFE, los estados, la relación con los medios de información, los recortes arbitrarios al gasto de operación del Gobierno. La guerra con la oposición y los videoescándalos también pesan.
En el horizonte cercano lo más preocupante es la recesión. Lo que dijo el gobernador del Banco de México sobre los escenarios del 2020 y el 2021 pone los cabellos de punta. Este año la economía podría caer un 12.8%, si las cosas mejoran pronto, vendría un rebote del 5 por ciento en el 2021. Los problemas crecen cuando hay escasez. Habrá más pelotas en el aire y menos recursos para atender los proyectos de López Obrador.
Las empresas, golpeadas como nunca por la recesión pagarán menos ISR, menos IVA y lo mismo sucederá con los impuestos de la masa salarial disminuida en un 5 por ciento. ¿Qué puede hacer el malabarista? Ya recortó sueldos y prestaciones a la burocracia; redujo el 75 por ciento de gastos de operación a las secretarías y dependencias federales.
En el presupuesto de este año que era de 6 billones había 500 mil millones de créditos para completarlo. Eso antes de la pandemia y la tragedia de Pemex. Cuando lo publicó la Secretaría de Hacienda la expectativa era crecer entre el 1.5 y el 2.5 por ciento. Si la recesión de un 10 por ciento le pegará a la gran mayoría de las empresas, también repercutirá en el presupuesto federal del 2021.
La solución, dicen los expertos, es un cambio fiscal profundo. Veríamos IVA del 20% general y superior para artículos “de lujo”. Podrían gravarse los ingresos altos hasta un 50 por ciento y quitar exenciones. El presupuesto de este año era del 23 por ciento del PIB, incluídas las entidades paraestatales como Pemex y CFE. En el primer semestre hubo buenos ingresos por la inercia del 2019 y cobranza extraordinaria a grandes empresas. En el segundo semestre el ajuste llegará. El endeudamiento ya no será una alternativa sino una necesidad imperiosa. Hubiera sido un alivio tomar el crédito del FMI y la emisión de mayor deuda interna para compensar el golpe que significa una epidemia prolongada. Ni Pemex, la CFE o el gasto social directo sacarán al país del hoyo en que se encuentra. Más bien son parte del problema. Son más bolas en el aire.
