Si se hunde PEMEX, se hunde usted y nos hundimos todos; se hunde el país”. -Joaquín Hernández Galicia , “La Quina”

La Quina quiso apretar el grillete político con una amenaza velada de su sindicato petrolero al recién electo presidente Carlos Salinas de Gortari en 1989. Salinas lo encarceló. Una decisión que lo afianzó en el poder. 

Hoy Pemex se hunde

La principal empresa paraestatal del país la está pasando mal, muy mal. Con una deuda de más de 2.3 billones de pesos (unos 107 mil millones de dólares) y una carga de pensiones estimada en un 50 por ciento de esa deuda. En julio tuvo la producción más baja desde hace 4 décadas; promedió 1.59 millones diarios de barriles de petróleo. En el sexenio de Fox y con los yacimientos de Cantarell producía más del doble. 

Sus ventas no sostienen siquiera sus gastos de operación, menos el pago de intereses y de impuestos obligados por ley. Su riqueza  está en el subsuelo y no tiene dinero para extraerla. Durante muchos años de abundancia llegó a pagar hasta el 40 por ciento del gasto federal. Ahora no puede ni con su alma. 

Si antes patrocinaba el gasto público, ahora serán los contribuyentes quienes pagaremos su rescate. Antes de que le bajen aún más su calificación crediticia, el Gobierno puede convertir su pasivo en “deuda  soberana”, es decir, respaldarla con el presupuesto federal. No hay de otra.

Si los acreedores le tienen fe a México, bajaría el costo de su deuda. El problema ahora sería de todos. En un país que crece hay para pagar los intereses de los compromisos adquiridos. Para nosotros que llevamos ya 15 meses en recesión, no hay recursos fiscales y menos para invertir en su salvamento. 

Si la empresa fuera independiente ya habría recurrido a la ley de quiebras. Por ahora está en suspensión (simulada) de pagos a sus proveedores a quienes no les reconocen sus facturas para no empeorar más su balance. Si no hay pago para quienes le venden, pronto faltarán suministros y servicios indispensables para seguir operando. Los proveedores pueden aguantar seis meses o hasta un año, pero los 50 o 100 mil millones de pesos que les “jinetea” la empresa serán insostenibles a mediano plazo. 

Cualquier gobierno con funcionarios sensatos, haría que la Reforma Energética siguiera para que empresas privadas con capital invirtieran en explorar y explotar las reservas probadas y probables del país. Cada día que pasa el petróleo pierde valor. Por lo menos no aumenta en términos reales desde hace 50 años. Lo saben Arabia Saudita, Estados Unidos y Rusia, los mayores productores. 

Las nuevas energías aceleran el paso al ritmo de aerogeneradores y celdas fotoeléctricas que cuadruplicaron su eficiencia en apenas dos décadas. El carbón ya nadie lo quiere y con la disrupción del Covid 19, la opinión pública mundial volverá la mirada al cambio climático. 

En el futuro cercano los precios del barril permanecerán debajo de los 50 dólares, valor insuficiente para que nuestra petrolera  pueda salir adelante por sí sola. La profecía de “La Quina” puede convertirse en realidad si el Gobierno empeña todo para salvarla: el Estado y sus finanzas se hundirán, el Presidente también. (Continuará)

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