Una metáfora puntual. Una descripción precisa de lo que sucede en la mañanera: se les fue el avión. A pesar de tenerlo ahí en el hangar, de exhibirlo como muestra de los excesos del pasado, el Boeing 787 del Estado Mexicano ya tuvo demasiadas horas de vuelo en tierra. Lo hicieron cachitos, trocitos; lo exponen en su majestuosa inutilidad -la del avión.

Los pilotos en sus charlas del oficio, en sus historias exageradas como las de cazadores, saben que los aviones no sólo vuelan en el aire, sino también en la imaginación, en las horas y horas de espera, en los planes de ruta anticipados. Ahora también en los chats de Whatsapp donde cambian videos como estampitas, se informan de todo y bulean como adolescentes.

Hoy podrían contar que el TP01 o “Transporte Presidencial Uno” o “Tango Papa Cero Uno”, está desplomado. Se le acabó la sustentación para seguir como apoyo al circo armado desde las mañaneras. Fue y vino a California, lo pusieron a la intemperie, lo quisieron vender, rifar, canjear, pero el avión sigue ahí, como la Puerta de Alcalá, ¡ahí está, ahí está, el avión presidencial!

Mientras eso sucede, el coronavirus sigue su ruta de infección, los muertos se acumulan a diario; Tamaulipas y Nuevo León se inundan. La economía está patas arriba en el fango, atascada sin que el Gobierno le quiera o pueda echarle un lazo de salvamento.

No sabemos si Peña Nieto le metió más horas al avión en vuelo que la mañanera en tierra. Ignoramos el precio de la propaganda, del ir y venir de la nave aunque sabemos que ya le gastaron 50 millones de pesos en puro mantenimiento y estacionamiento. Dinero tirado a la basura porque cada día que pasa se deprecia. Más ahora con la recesión en las aerolíneas, apuradas en tapar sus agujeros y no en comprar aviones de lujo.

El paso de la denuncia pública de los excesos del pasado al linchamiento de todos los actores políticos anteriores al sexenio, tiene un desgaste natural. Los primeros que se dieron cuenta son los analistas políticos, la comentocracia. Editorialistas, cronistas de radio y televisión saben que el escarnio debilita más rápido que el virus. En redes, la chunga vuela como bumerang de regreso en contra de la 4T.

Imposible distraer la atención con esa ballena blanca, a pesar de sus lujos que morbosamente exhiben desde la mañanera como en una revista Hola! Si quieren seguir volando el avión en tierra, a favor de la campaña electoral del 21, que ya comenzó, al tiempo verán que el pueblo, si no es sabio, al menos no es tonto y dirá, “ya chole con la misma cantaleta”.

La dificultad de la crisis económica y sanitaria más grande de nuestra historia reciente merece sobriedad. Las tragedias diarias de familias destrozadas por el virus, de asesinatos que no ceden, del desempleo que agota los ahorros y las exiguas reservas de quienes menos tienen, contrastan con el circo del aire, con el show presidencial. No se puede dar divertimento y satisfacción con un avión a un país desgarrado. La cordura de un líder y la inspiración que puede dar en momentos de luto nacional, contrasta con el rostro desnudo de quienes quieren venganza más que redención de nuestro país.

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