En los últimos tres meses los meses marcados por el confinamiento, la explosión en los contagios, el alza sostenida en las cifras de muerte por Covid-19, siete estados del país se volvieron cementerios del crimen organizado.

Ahí, las muertes sucedieron por hora. Hubo multihomicidios, acribillamientos, decapitaciones sin freno. Aparecieron en las calles, los caminos, los baldíos, centenares de cuerpos calcinados, desmembrados, embolsados, sepultados en fosas.

En esas siete entidades el crimen organizado se movió a la luz del día, en caravanas de camionetas repletas de hombres armados. Algunas veces dichas caravanas atravesaron colonias enteras para matar, con diferencia de minutos, a sus objetivos.

Se registraron masacres en las que los fusiles de asalto acabaron en segundos con las vidas de ocho, nueve, diez personas incluidas mujeres y niños.

En esos meses, siete estados se llenaron de bolsas de plástico negro y de automóviles incendiados. Un análisis de Lantia Consultores señala que en los meses de marzo, abril y mayo de 2020 se cometieron 6,079 ejecuciones en todo el país.

De estas, más de la mitad, 3,529, sucedieron en Guanajuato, Baja California, Michoacán, Chihuahua, Jalisco, Guerrero y el Estado de México. Las siete zonas calientes del país. Los siete grandes cementerios del crimen organizado.

En los tres meses mencionados, más de mil ejecuciones (1006 para ser exactos) se registraron en Guanajuato, el mayor foco de alarma que existe hoy en el país, y en donde hubo 319 ejecuciones en marzo, 326 en abril, 351 en mayo.

Baja California es la segunda zona caliente del país y tiene al municipio con mayor número de ejecuciones, Tijuana, con 556 muertes violentas entre marzo y mayo de 2020, producto de las guerras por el control del narcomenudeo y del paso fronterizo que sostienen el Cártel Jalisco Nuevo Generación, el Cártel de los Arellano Félix y grupos asociados al Cártel de Sinaloa.

El tercer lugar en la lista es Michoacán. Ahí también el CJNG, sostiene con ferocidad una guerra, acompañada de torturas y ejecuciones grabadas y subidas a redes sociales, en contra de La Familia Michoacana.

Chihuahua figura en la lista con 379 homicidios asociados al crimen organizado. Ciudad Juárez sigue estando entre los diez municipios con mayor número de ejecuciones en México (en mayo ocupó el quinto lugar nacional), como producto de la lucha por las calles entre La Línea (brazo armado del Cártel de Juárez) y las bandas conocidas como Los Aztecas y los Mexicles.

En los tres meses de pandemia se cometieron en Guerrero 354 ejecuciones, 313 en el Estado de México y 306 en el estado de Jalisco. En dichas entidades figura de nuevo como protagonista siniestro el Cártel Jalisco, en guerra con la Familia Michoacana, o bien apoyando o combatiendo a grupos criminales locales.

Estos estados son los siete focos rojos que se mantuvieron encendidos en el país durante las fases iniciales de la pandemia. Sangre, fuego, horror. Las cifras marcan las hogueras que al Gobierno mexicano le urge apagar. No muestran, sin embargo, lo que se esconde atrás: historias teñidas de sangre, y como envueltas en un alambre de púas.

 

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